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lunes, 24 de diciembre de 2012

Ha nacido el rico


Cuántas navidades, dice el señor. Cuántas navidades voy a nacer entre cuchitriles mercantiles, la oferta más barata, el sale y la famosa cachada de aquellas almas en pena que se rebuscan como zopes bajo las faldas del gran San Salvador. Cuánto más va a durar el sistema al que Ellacuría llamó con sarcasmo “A sus órdenes, mi capital”.

Y es que cada diciembre la bolsa del pobre se infla y se desinfla casi al mismo tiempo. Llega el aguinaldo, y así como llega se va, como un trozo de pastel que se reparte entre las fieras hambrientas encabezadas por el sacrosanto estreno, la pata de elefante, el chumpipe, los juguetes, los morteros y de vez en cuando se acuerdan de las deudas, el banco, los impuestos, la matrícula escolar y el ahorro en caso de emergencias.

Claro, lo último dicho es la circunstancia número novecientos mil entre todas las demás que se nos implantan en el cerebro para estas fechas. A la salvaguarda de este sistema de cosas vienen los “por siempre malditos” comerciales de la hora prime para quemarnos los ojos con sus exuberantes noches de compras, las ofertas del Super, el descuento para su carcacha, préstamos, bonos, mega bonos y súper bonos, típicos de las compañías telefónicas.

Últimamente, los treinta segundos de muerte infernal cuando se está frente a la tele se han pintado con los discursos de la partidocracia y sus “distinguidísimos e intachables” personajes que desde ya se les oye nombra como “señor presidente”. La mejor cara, los mejores deseos, sencillez y alarde de campechanos. Nada mal para quien se postula como candidato a la presidencia.

Y mientras ellos hacen su campaña con todo lo que pueden bañar en sus tintes del mal, nuestro actual “Faraón” despotrica contra todos sus opositores. Parece que a él se le olvidó que en diciembre las “magnánimas leyes de Santa Claus” dicen claramente que en diciembre hay que soñar, reír y gastar; no obstante nuestro mandatario tiene pesadillas con los empresarios del transporte público, ríe pero de su desgracia y gasta, sí, gasta, pero gasta hasta más no poder la frase “por culpa de los veinte años de ARENA” y también su nuevo y tan repetido lema que no hace falta decir.

Dejemos que ellos vivan la navidad tranquilos para no atosigarlos con la lluvia de críticas que les llegan todos los años, más hoy que se recetaron un doble salario. Felicidad y abundancia asegurada. Más bien, volvamos a la vida real, a la del común salvachuco que desde temprano comienza a preparar su humilde cena. El pavo, el chumpi pollo, la gallina, los tamales y así sucesivamente hasta llegar a los que no les alcanza para tanto.

Por todos lados se ve pasar a las matriarcas del hogar con las bolsas repletas de verduras, boquitas y las infaltables sodas. Para estos días no deberían quejarse porque se venden más que en todo el año. La misma situación pasa con las heladitas que hasta bajan de precio. A ellas no hay que agradecerles mucho, son las causantes de la locura temporal de algunos y la muerte de otros.

Como tradición en peligro de quedar en el olvido, los cohetes aún sobreviven a pesar de las decenas de niños y adultos irresponsables que se queman con su propio dinero al hacer un mal uso de la pólvora. Es un hecho que tarde o temprano el bullicio de las explosiones, el papelero y los desafortunados que son víctimas de su propia terquedad se dejarán de escuchar y de ver dentro de un par de años.

Pero ente el ajetreo, la embriagues y los spots maliciosos del sistema que nos amarran a la idea de un anciano robusto, vestido de rojo y con una risa fingida, está la verdadera razón de todo este jolgorio malversado. Aunque Santa Claus, juguetito ideológico de Coca Coca, esté por delante de nuestra celebración, la celebración de los mortales y descontaminados, la imagen de la navidad como tal lleva más de dos mil años existiendo en la mentalidad de los creyentes en un Dios más poderoso que la mundana idea de un “Santa en el polo norte”.

Esa tierna imagen tiene cara de niño, de un bebé que reinará en un mundo gobernado por las hegemonías y las élites represivas. Ese niño que nace a la media noche de hoy es el fin único de este día de festejo, que más que un día de consumismo, cumbias y excesos, debería ser un día familiar, el día en que el niño Rey nace en todos nosotros.

No pretendo sermonear ni dar de golpes de conciencia a ustedes que quizá se han olvidado de la verdad y la han engavetado tal y como se los ordenó el sistema. No pretendo invitarlos a un templo que puede tener más vida que la suya propia ni tampoco repetir incansablemente de donde viene la navidad. Solo pretendo algo sencillo, recordar. Hacerle memoria de quién quiere que nazca hoy en su interior, el niño soberbio, egocentrista, engendro de la brutalidad del hombre contaminado o el niño de los cielos, el hijo de Dios vivo, el salvador del mundo.

La realidad es que hoy, para la mayoría, nace el niño rico, y sin satanizar a la clase alta, solo para contrastar la idea de una navidad donde reina el capital y aquella donde Jesús va a la cabeza. Por eso la pregunta nuevamente: cuándo nacerá Jesús en la puerta de nuestras casas, cuándo lo invitaremos a cenar y, no menos importante, cuánto tiempo más permitiremos que este sistema de cosas convierta en paganismo la fiesta del natalicio del Dios hijo.