Vistas de página en total

sábado, 4 de agosto de 2012

El Salvador (la fiesta) del mundo - Segunda parte

De nuevo el desfile se adornó con la belleza de las reinas.

Ahí iba de nuevo. Decidí adelantar mi hora biológica de descanso y tener un poco más de tiempo para alistar mi equipo y emprender vuelo nuevamente al Desfile del comercio. Mis utensilios no variaron en nada: mi mochila estilo mailman, un cuaderno, un lapicero, mi botella de agua reutilizable y una camisa blanca por aquello de la insolación que pone el pellejo como si se estuviera en las brazas.

Esta vez iba decidido a obtener mejores tomas gráficas y sensoriales del evento multitudinario. ¡Y vaya que fue multitudinario! Eran millares de capitalinos y foráneos los que pintaban las calles de puntitos negros, castaños, rubios, con gorra, boinas, sobreros y cualquier otro distintivo que los salvaguardara del fuego en lo alto. Al llegar al monumento de nuestro patrono el Divido Salvador del mundo, no demoré en buscar el mejor ángulo y sacar las primeras fotografías. Había poca gente cerca de mí pues todas habían buscado la sombra debido a que esta mañana el sol parecía rozar la atmosfera y calentarla al punto de ebullición. La intensidad con la que irradiaba me hizo postrarme un rato sobre la grama medio húmeda mientras el ajetreo no comenzaba.

Sin embargo, minutos antes, vi como un grupo de jóvenes caminaba aligerado hacia la parte frontal del monumento para tomarse fotos. Lo curioso fue ver sus expresiones poco fotogénicas y más amedrentadoras. Hacían señas codificadas pero, para quien las ha visto antes, sabe que lo que hacían era manifestar su pertenencia a algún instituto nacional. Observaba con precaución pues, por lo que sucedió el día miércoles en el primer desfile, no quería ser parte o peor aun, quedar partido por cualquier tipo de intenciones violentas. Así que mejor tomé una postura más desinteresada a lo que hacían, aunque no pude evitar seguir pendiente de sus movimientos. Los jóvenes se movilizaron hacía la parte más baja del redondel y, detrás de la estatua que está en el centro, apareció otro grupo de jóvenes, sus rivales o, como ellos los llaman, los técnicos. Bueno, todo apuntaba a que esto empezaría tal como termino un par de días atrás.

La policía y algunos elementos del CAM  se movilizaron por el sector al darse cuenta de los ademanes pretenciosos de la bandada de jóvenes, entre ellos señoritas, quizá sus novias. Para no hacer de esto toda un reality show, solo les resumiré que instantes posteriores al inicio del desfile, la policía capturó a otro grupo de sujetos, de seguro estudiantes, pero esta vez no pude apreciar lo que sucedió exactamente. Ese ambiente tenso en los albores del festejo se fue disipando poco a poco ya que, a diferencia del desfile anterior, los ánimos eran más briosos, la gente ya estaba en sintonía con la algarabía desde que llegó a la Alameda Roosevelt.

El señor alcalde se suma al desfile del comercio.
Pasadas las nueve y cuarenta, el señor alcalde, quien encabezaba la fila, dio el aval para que comenzara el movimiento. Esta vez lo hizo sobre otra Congabus acompañado de su comitiva y algunos medios televisivos. No obstante, la fiesta no había vuelto a iniciar sino que continuaba pues, luego del desfile inaugural el día miércoles, el Comité de festejos de la Alcaldía realizo varios eventos al día siguiente entre ellos: un desfile de miembros de la Policía Nacional Civil, ruedas gratuitas en el predio Don Rúa, presentaciones circenses y por la noche, un mini festival con la participación de nuestros máximos representantes de la música salvadoreña, Los Hermanos Flores. Quizá ha de ser por eso que la gente se aglomeró por puñados pues se sentían en deuda con el señor alcalde. Pero mejor supongamos que, si esta vez había más afluencia, era porque la mayoría ya gozaba sus vacaciones.

Inmediatamente del paso de la Congabus, venía la primera banda de paz y sus bellas cachiporras portando un uniforme plateado, faldita azul y botas del mismo color. A los costados, los agentes del CAM formaban una especie de valla para que la gente retrocediera con el fin de no estropear el paso del desfile. Fue una buena variable con respecto a lo visto el día miércoles. A continuación, un grupo de música folklórica bailaba al son de las notas de una canción tradicional que hacía pareja con las vestimentas coloridas y lúcidas. Luego apareció la primer carrosa en la cual se trasportaba nuestra reina de las fiestas de nombre Magaly Cea, que por cierto participó de una entrevista en el noticiero de las 5:30 am. Su sonrisa dulce, un cabello rizado suelto, maquillada a la perfección y luciendo un vestido blanco muy hermoso, así pasó frente a mis ojos, lanzando dulces de los cuales los únicos que tomé fueron los dulces de su mirada.
Magaly Cea, reina de las fiestas agostinas 2012.
Al paso de nuestra reina, el cielo se nubló acicalando la temperatura extrema de la mañana. Lastimosamente, no duro mucho y el cielo se abrió nuevamente, sin embargo, los minutos de sombra sirvieron para introducirme más en la jovialidad de los asistentes. Comencé a sentir como si me hubiesen dado un ingrediente extra para sentirme más animado, más suelto hasta el punto de moverme según las melodías reproducidas por las bandas de paz, las batucadas y la música estruendosa de algunos autos animadores del festín. Con todo eso, sumando el alboroto generalizado, empecé a caminar de un lado a otro buscando buenas tomas, impresiones de los alborotados pero felices compatriotas. Así es como me di cuenta que los portadores de sombrillas habían aprendido la técnica de la sombrilla invertida para acaparar la mayor cantidad de dulces. Aquellos que volteaban sus protectores solares creaban un paisaje como si se tratase de capullos de roza abriéndose para dejar ir el polen, aunque en este caso el figurativo del polen caía dentro de ellas.

Al igual que la última vez, de nuevo aparecieron los superhéroes grigos sacados de las historietas de Marvel. Hoy se transportaban en un trencito desde donde saludaban a los niños de extremo a extremo. Detrás de ellos venían más carrosas con bellas reinas representando a distintas empresas y comercios de la ciudad. Los dulces continuaban lloviendo sobre los agasajados que se abalanzaban unos contra otros, cosa que a mí me provocaba gracia. En una de tantas llovederas de los empalagosos dulces, uno de ellos cayó como proyectil en mi cuello rebotando y aterrizando a unos metros, cerca de unos niños. Ni siquiera tuve tiempo de pescarlo y no fui el único ya que los demás que estaban a mí alrededor dijeron – puchica, con gran odio que los tiró – Solo me conformé con reírme un rato pensando en los prójimos baleados por golosinas enrolladas.

Las gigantonas de Jocoro ahuyentando al público.
Para evitar otro dulzaso me alejé del mar de gente y regresé a las cercanías del monumento a Mons. Romero justo a tiempo para ver girar como trompos a las Gigantonas de Jocoro. Ahí también me salvé de ser apabullado por los brazos flácidos de las mujeronas ya que, para provocar la corrida de los espectadores, las gigantonas se acercaban lo suficiente al público para hacer que huyeran o se agacharan evitando un porrazo que, regularmente, van a la cabeza. Así pasaron alrededor de quince mujeres de lona tratando de azotar las cienes de los distraídos. Tras ellas caminaban los chichimecos, unos vestidos de payaso, de acróbatas y hasta hubo uno que emulaba al famoso capitán Jack Sparrow de la saga Piratas del caribe. Y la fiesta continuaba con los inigualables viejos de agosto que venía haciendo de las suyas espantando a los más pequeños y sacando carcajadas a los más grandes. Sus cómicas coreografías les valieron muchos aplausos y en respuesta el diablo daba de coletazos al asfalto que a esa hora parecía roca volcánica.


Más y más carrosas se dejaban ver en el horizonte, lo que me hizo pensar que todo terminaría pasado el mediodía. Ya en ese momento me sentía tan emocionado como los que desfilaban, aunque no tan cansado y sudoroso como ellos a quienes les faltaba la mitad del recorrido. Las últimas bandas de paz en la fila vestían trajes muy vistosos e interpretaban canciones mas actualizadas como una de Marc Anthony, cumbias, arreglos folklóricos  y un par de canciones del género electrónico. Funcionaron tan bien que unas cuantas las canté de diente a labios mientras sonreía y palmeaba mis piernas. Luego de las interpretaciones de los jóvenes de la banda se venían los representantes de la empresa privada como Banco Azteca, La Prensa Grafica, Cooperativas financieras… y otras que pasaron demasiado rápido para leerles el nombre.

En medio de sus autos bien camuflados por sus insignias y pancartas publicitarias, iban payasos, batucadas y dos personajes bastante peculiares. Era un hombre y una mujer pintados de dorado imitando en su postura y forma de caminar a las estatuas de cobre y hierro. Algunos que vieron a estos dos personajes los saludaban y les fotografiaban, pero hubo un hombre mayor quien a lo mejor quería llamar la atención diciendo – llévenlos a la Cornucopia – Unos lo vieron sin entender por qué lo decía y otros reían al escuchar esa bobada.

Pero sin duda los que encendieron el clamor del pueblo fueron un grupo de empleados de FEDECASES quienes cambiaron los dulces por botellas plásticas, de esas que se ocupan para cargar agua donde sea. La gente formaba remolinos tipo avisperos, se jaloneaban, empujaban, saltaban lo más alto que podían e incluso utilizaban el método de la sombrilla invertida para atrapar las dichosas botellitas. Cuando me percaté que eran de los últimos en desfilar, decidí seguirlos desde la pasarela que conecta al Centro comercial La campana hasta las inmediaciones de la Lotería Nacional de Beneficencia. Entre más caminaba más era el tumulto de personas que se sumaba a la peregrinación pidiendo a gritos las benditas botellas. No sé si fue inercia pero me sumé a las peticiones y a la persecución. Más adelante, frente a la Universidad Francisco Gavidia, los empleados lanzaron varios de esos utensilios a la jauría que los seguía. Una de las botellas color azul y tapa blanca rebotó en los cables de electricidad y por fortuna cayó en mis manos. De no haber sido por los cables, a lo mejor me hubiera soterrado una avalancha de señoras y niños que luchaban casi a muerte por una de esas. Eso me dio confianza para continuar exigiendo más artículos y me lanzaron otro directo a las manos. Dos botellas de un tiro.
La Congabus de FEDECASES regalando artículos.
El desfile se alejaba pasando por debajo del puente, cerca del estadio Mágico Gonzales, con rumbo al parque Cuscatlán donde un festival gastronómico ya esperaba a un ejército de hambrientos. Esa era la razón idónea para seguir la intrépida carrera de los empleados que lanzaban botellas desde una Congabus pero, para mí, la travesía llegaba a su fin. Cuando caminaba de regreso hasta la zona donde aguarda el transporte colectivo, pude ver el trabajo de limpieza de los empleados de la Ordenanza Municipal. Unos cuarenta barrenderos recogían los desechos dejados por los espectadores y los depositaban en uno de los diez camiones que alcancé a ver. No hay duda que don Norman se lució con su pueblo. Tanto así que se los llevó al parque Cuscatlán para darles de comer a todos pues, de todos maneras, con una vez que se les alimente es suficiente para ganarse su confianza, sus halagos, el voto o quizá la candidatura presidencial de su partido…. eso ya es harina de otro costal.



Con algarabía sana y en familia terminó una jornada más de las fiestas patronales de San Salvador. Ahora restan tres días de amnesia temporal antes de volver a la realidad y empezar el último de los tres periodos en que dividimos el año los salvadoreños: Semana santa, fiestas agostinas y fin de año. Para cuando el encanto termine, la agenda nacional volverá a las portadas de los medios (bueno, aun sigue ahí), el sueldo se habrá esfumado y los empresarios tendrán una sonrisa flamante y, aun así, seguirán quejándose por lo mismo. Mientras las festividades duren, hay que hacernos la idea de que será para siempre, al final de cuentas agosto solo viene una vez al año.

No hay comentarios:

Publicar un comentario