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martes, 24 de julio de 2012

Pecado capital


Soy un lector principiante, lo admito. Pero no es por obra y gracia de mis caprichos sino de nuestro desnutrido sistema educativo el cual prepara a analfabetos de la literatura que apenas y distinguen oraciones simples de las compuestas, y ya no se diga de las benditas subordinadas. A esta mezcla de apatía sumémosle que, por desgraciada antonomasia o quizá por infundados tabú, la lectura en este país es vista como la perdida de tiempo mas irritante e improductiva desde que un ser humano comienza a desarrollar conciencia de las cosas. Es casi un dogma popular escuchar a la gente decir que leer es cansado, una actividad de los académicos o intelectuales, así llamados. Talvez en algo tengan razón, no obstante, todos estamos obligados a leer hasta para ir al baño.

Según estadísticas de una universidad británica, un ser humano promedio pasa frente al televisor ocho años a lo largo de su vida; aunque las evidencia que se plasman ante mis ojos reflejan que esa estadística crecerá y esta creciendo rondando los 10 años pues existen casos de menores que llegan a esa edad como si hubiesen nacido junto a la tele. Ahora pregúntese usted: en su historia como ser viviente ¿Cuánto ha leído? Descarte desde ya todos aquellos panfletos comerciales, anuncios, señales de transito, carteles con tinte político y en fin, todo aquello que leemos por inercia de manera rutinaria. La pregunta se refiere a cuánto y cuántas veces usted lee de manera voluntaria, por ejemplo: el periódico, alguna revista, textos científicos, cuentos, novelas, historietas, etc. Si ya hizo su calculo se habrá dado cuenta que difiere en la cantidad de tiempo invertido en la tele-domesticación.

Para ser totalmente honesto mis cálculos andan por los treinta segundos. Una cifra tan ínfima pero que no dudo en poner por encima del promedio de muchas personas que, siendo optimistas, llegan al medio segundo. Lo más inaudito de todo esto es que, al leer, muchos no pasan ni siquiera de las primeras cinco páginas y quizá no pasarán de ahí por el resto de sus vidas. Si la pregunta fuese ¿cuántos libros “completos” ha leído en su vida? A lo mejor muchos se abstengan de responder.

Toda esta disfunción lectora desemboca en deficiencias en la comprensión de textos, faltas graves de ortografía, problemas al expresar ideas, léxico paupérrimo y, lo menos gramático pero igual de importante, falta de riqueza cultural, tanto propia como global.

La literatura es la ventana más ancha y deslumbrante hacia el mundo de la libertad del alma y el pensamiento. Es el canal donde artistas de la palabra arrojan sus sentimientos, su ideología y anhelos para atraer masas de gente crítica y de conciencia que se vuelve colectiva. Pero, por desgracia, en los centros de aprendiz-nada hay una brecha enorme que separa la materia de Lenguaje con la Literatura. En vano la llamamos “Lenguaje y Literatura” pues no es ni chicha ni limonada. El sistema educativo afronta un gran reto para aliviar este mal que lo único que ha cosechado son generaciones de lecto-fóbicos debido a las carencias en inculcar el hábito de la lectura en niños y niñas. ¿Por qué no abordar la materia desde la perspectiva central de la literatura? Muchos dirán que literatura y gramática (para efectos de contrapuestos) no se deben abordar como un solo contenido. Sin embargo, yo soy de los que piensa que si se estudia la literatura a través de la historia y de los grandes movimientos literarios se cultivará en nuestros futuros profesionales la semilla necesaria para manejar el lenguaje, su naturaleza y por qué no, encontrar nuevos talentos en la escritura.

No se trata de restarle importancia a la gramática pues con ella rozamos la perfección en los escritos pero, si se ve desde los autores de grandes obras, se logran dos objetivos: mostrarles a los alumnos su aplicación y convertirlos en lectores aficionados a la literatura. Y no solo eso ya que los momentos literarios corresponden a períodos de suma importancia para diferentes países como el nuestro. Esos períodos reflejan un cambio o la fractura entre una corriente de literatos y otra lo cual ayudará a entender el contexto social, cultural y político en un determinado momento de la historia. Esto se puede lograr sin esperar milagros divinos de nuestros oligarcas: capataces y autonombrados “dueños del conocimiento”.

Si nos cobijamos en esta propuesta vemos que se abarcan muchas disciplinas y tendríamos como cosecha una generación de jóvenes críticos, analíticos y comprometidos a brindar soluciones a las actuales coyunturas donde los actores políticos siguen siendo de la misma elite longeva que ya mas parece una saga desgastada, desactualizada e iterativa. Lamentablemente, esta saga de “superhéroes” de historietas quiere convertirse en leyenda por los siglos de los siglos y no soltarán el seno que los ha amamantado desde que lograron colgarse en los pezones del poder. Por tal motivo, no es nada beneficioso para ellos que las nuevas cosechas estén vitaminadas, inmunes a sus falacias, vacunadas contra el síndrome anti-corruptivo, anti-oligárquico, anti-político y anti-monopolio. Bajo estas leyes y formas de proceder no habrá alguna generación que verdaderamente extermine a estos parásitos de la sociedad pues su labor es mantener al rebaño sumiso, alejados por años luz del control y la igualdad. La pobreza también tiene sus raíces en este juego sucio de la ignorancia a la que nos han sometido ya que, entre más cerebros lúcidos y pensantes sobre lo que pasa ante los ojos cegados de los analfabetas, más serían los mártires y defensores de la verdad y la justicia.

Y pensar que todo está al alcance de un libro. Aunque no esté muy seguro pero creo que no habrá otro Alfredo Espino, Claudia Lars, Salarrué, Masferrer, Gavidia, Roque Dalton ni Manlio Argueta mientras sigamos permitiendo que domestiquen nuestro intelecto y nuestra capacidad de razonar. No habrá talentos del arte literaria mientras la educación siga sujeta a la desfachatez, a privar a la población del derecho a prepararse dignamente, a superarse y aportar a las decisiones del país.

Mi generación, las anteriores y las que vienen en camino pasarán nueve, diez, once, doce, o mas años en una escuela de aprendiz-nada creyendo que el conocimiento recibido basta para ser el siguiente Premio Nobel. Me entristece tanto saber que ya pasé mi etapa de educación básica y media, sin embargo, mi gusto por la lectura no lo alimentó este apático sistema, ni la influencia de mi familia, que también se formó bajo las mismas directrices. Este placer que nace en mis adentros lo encontré en la soledad donde estará siempre mientras espero el día en que los escritores seamos vistos como un tesoro para la cultura, como verdaderas promeses del arte y orgullos nacionales.



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