Vistas de página en total

lunes, 6 de mayo de 2013

Escuálido

A finales de abril se dejó venir. Así se pintó el tapiz de nuestras cienes como un velo de ancho grosor que bañaba los arriates y arrabales. La bendita madre ciencia falló en sus augurios. Todo ha comenzado nuevamente. Nos abraza el sol; nos alimenta el agua.

Aquí en el inframundo se respiran moscas y se tragan zancudos. La naturaleza se ensaña con los mil veces castigados. Pero quién es la naturaleza. La naturaleza no es la sencillez de las cosas hoy en día. Tampoco es natural el mandante y el peón, la patrona y la sirvienta, el empresario y el obrero. La naturaleza es todo sin degradación.

Lo natural es puro en esencia, no se pudre solo madura y vuelve a florecer. Pero qué tiene de puro explotar nuestra tierra, quemar nuestro aire y curtir nuestras aguas. Qué tendrá de puro matar de hambre al pobre y engordar de promesas al ignorante. ¿Esa es la naturaleza primitiva de la cual todo comenzó?

Mi trozo de país camina a ser el desierto de Centroamérica. El agujero negro, el botadero regional, un simple terreno marchito. Ya nada es tan puro como antes. Alimentamos al desnutrido con la cosecha del valle de Zapotitán, una cosecha que crece con las aguas metalizadas en plomo, arsénico y zinc.

En los tugurios más inhóspitos el estudiante bebe agua de pozos atestados de eses por las fosas de las casas de cartón. Y si no beben de un pozo se engullen el agua potabilizada con los metales pesados y fertilizantes del rio Lempa. El mal no se ve, no se siente pero lo conocemos y lo dejamos pasar.

Aquí en los arrabales compramos del mercado nuestras verduras, aquellas del valle de Zapotitán, el queso de contrabando y las gallinas secas que se atragantan con sus excrementos y el concentrado. El que puede va al Super en los días de oferta. Compra la carne, los chorizos, el jamón o la mortadela. El pollo inyectado con hormonas, las frutas manipuladas genéticamente y todos los productos enlatados rellenos de experimentos, y nosotros el chivo expiatorio.

Los de saco y corbata, los que nunca andan a pie sino solo en campaña electoral, se nutren del producto importado de los restaurantes que colonizaron los suburbios más elegantes. Se comen el mundo. Sí, el mundo entero. El churrasco traído de argentina, la pasta italiana, el sushi asiático, el arroz cantonés chino, etc, etc. Se comen las manos de muchas personas, el sudor de los peones de otros países, la riqueza de naciones que al igual que nosotros, están siendo minadas por corporaciones foráneas o por sus gobernantes.

Las quebradas pestilentes ven pasar la primera correntada. Ahí van los zancudos de la fiebre amarilla, el dengue. Hasta las desembocaduras bajan los desperdicios de los arrabales, las llantas de las fábricas, el plástico de las empresas, los electrodomésticos de las industrias. Ahí va toda la basura de nuestro consumo enfermizo. Solo es basura dice el inconsciente, cuando la verdad es que esa basura podría ser nueva vida.

El agua arrecia en la tarde noche. La carretera recién remodelada la estrenaron con un múltiple accidente de película. Como en la mayor parte de los casos, un autobús. Esas chatarras que casi llegan al nivel de carretas son las que tiñen el aire del gas mortífero para la flora, la fauna y nuestros pulmones. A la par de estos monstros de latón están las fábricas que vomitan al aire sus contaminantes.

Mientras llueve las familias de los arrabales cercanos a las quebradas pestilentes no despegan el ojo del caudal. En cualquier momento rebalsa y puede llevarse sus casas de cartón hasta las desembocaduras para hacer más abultada la colección de desechos. La gente le echa la culpa al suelo, pero el suelo solo reciente el peso de la densa población, de las construcciones improvisadas y la erosión inducida por nuestra propia cuenta.

Y cuando las tragedias pasan, el luto llega a estas familias. La prensa habla de fatalidad, de desastre y por poco del Armagedón. Pero olvidan que si estas familias son vecinas de los barrancos es porque en el país hay más proyectos urbanizadores de clase alta que proyectos para gente que vive con plásticos y pilares de madera. Hay más construcciones en centros comerciales que rapan los espacios verdes y se deja de lado la necesidad de una vivienda digna para los marginados.

Al día siguiente el sol nos vuelve a freír en seco. La madre ciencia pronostica el inicio del invierno para mediados de mayo, pero la reina dominante aparecerá antes de lo previsto. El calor nos sofoca, nos asfixia y nos provoca ceguera al ver reflejar la luz en el vidrio de los autos y en el pavimento que parece ondear como una bandera en su asta.

Ya estamos en mayo. El jueves la lluvia arreció con el poder de los rayos y el domingo nos cobijó en las horas de sueño regalándonos una velada fresca. Esa expresión fluida es la naturaleza. Implacable, impredecible y espontánea. El sistema más perfecto, mucho más que la estafa del sistema financiero, la política o la ciencia. Esa sincronía está en peligro gracias al vandalismo de nuestras ambiciones.


Nuestra reina madre del sustento ha cambiado por la búsqueda de nuestro “progreso”, las nuevas tecnologías y el sistema capital avaro y mercantilista. Este trozo de país es un grano de arena en este planeta explotado, sin embargo este espacio es el único bien que poseemos desde que venimos a este mundo. No hay reemplazo, no hay donde ir. Mientras el mundo no tenga equilibrio, nuestro futuro de “desarrollo” no será más que el camino hacia la pudrición y no hacia la madurez y el nuevo florecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario