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domingo, 29 de julio de 2012

Aquí huele a muerte


La edición 212 de la revista Séptimo Sentido que se publica todos los domingos en la Prensa Gráfica nos presenta una crónica del periodista Carlos Chávez en la cual se habla no de un vicio, sino de una total adicción a los cigarrillos. Resulta peculiar que el propio periodista es parte de las estadísticas de fumadores en El Salvador e interioriza en los casos de algunos ex-adictos quienes, en sus historias, develan el poder desgarrador y sigiloso del humo de la muerte.


Link de acceso a la crónica- Séptimo Sentido- La Prensa Gráfica

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A nuestro paisito moribundo no le vasta con las toneladas de gas metano, dióxido de carbono, desechos gaseosos de las grandes fábricas, los aerosoles que usamos a diario, las humaredas producto de la quema de basura pues, a toda esta amalgama de residuos tóxicos le sumamos el que proviene de las chimeneas de nuestros orificios nasales y bucales. Digo “nuestros” pero debería decir el de los otros, ya que no soy ni he sido parte de las escasas estadísticas que existen sobre los fumadores activos de El Salvador. Sin embargo, soy de los que nos tragamos el humo donde sea que vayamos: el de los buses, el de la gente que cocina con leña, de la basura rostizada y, el mas común, el de aquellos que se inyectan nicotina y 4,000 tipos de veneno enrollados en una especie de papel blanquecino, atractivos a la visto de los perturbados.

A veces, los genes juegan un papel considerable a la hora de estimar quién es más propenso a caer en alguna adicción; no obstante, para caso particular, ni los genes, ni las amistades, ni las influencias del mundo moderno me han amedrentado para probar un cigarro. Soy joven, y de uno solo esperan decisiones incoherentes e inmaduras. Es por eso que somos los más vulnerables al entrar en contacto con agentes adictivos como el tabaco.

Es triste darse cuenta que el 30% de la población entre los 12 y 15 años ya se consideran fumadores activos. Pero, por percepción visual, yo diría que el 30% es cosa de años atrás pues ahora es más fácil encontrar a un joven afanado con una caja de cigarros que encontrar a uno de ellos leyendo un buen texto o incluso la biblia. El resultado de estas practicas auto-flagelantes lo veremos en unos años cuando la tasa de enfermos por enfisemas, tuberculosis, neumonía, insuficiencia renal, cáncer pulmonar, etc., sea mayor a la de hoy y al mismo tiempo, la productividad de los adultos del mañana sea raquítica, nauseabunda en insuficiente.

Otro aspecto que llegó a mis neuronas limpias de nicotina es el hecho de que las empresas multinacionales que distribuyen el humo del hades venden su dosis letal a un precio menor que en otros países. Cualquiera diría que es un acto de gratitud hacia los fumadores insaciables pues se les facilita obtener el preciado estimulo, pero al razonarlo mejor, es muy obvio que por ser un país desvalorizado por su tamaño, productividad y fama de carniceros, nos bombardean con millones de cajetillas sea cual sea la marca, al final el resulta es el mismo.

Acompañado de lo anterior, en el país no existen leyes verdaderamente rigoristas para controlar el consumo de tabaco y, más allá de eso, algo que garantice la salud de la población. Claro, como se trata del Santo mercado capital nadie quiere meter las manos al fuego para no perder su tajada, los impuestos y una bonita dosis de Marlboro. Mejor se convierten a los de la idea simplista de que es mejor darle al pueblo lo que piden así sea matarratas, pepto-marihuanon, aspi-nicotina, lora-alquitrán

Y mientras tanto, en el Hospital Neumológico se reúnen todos los que fueron complacidos por las leyes y quienes dieron de su dinero a las multinacionales para enriquecerlas, al mismo tiempo que acababan con sus vidas. Ellos tratan de hacerse escuchar entre los que empiezan a darse cuenta que 10, 11, 12 o más cigarros diarios es como restarle a nuestra vida 6, 7, 9 o mas meses que se vuelven años debido al deterioro de sus cuerpos. Todos ellos han experimentado y sufrido los tormentos del humo de la muerte, para algunos es demasiado tarde; sin embargo, para los que están esparcidos en este rincón de Centroamérica, todavía hay esperanzas antes que el propio humo los consuma y se los lleve el viento.

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