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martes, 31 de julio de 2012

Las manos de mi madre


Ayer hablé por teléfono con mi abuela, una señora que a sus 67 años camufla el tiempo con arrugas finas, estéticamente bien ubicadas, ceñidas a su frente y su rostro. Ella es un alma más en el paraíso de los pobres, como dice Manlio Argueta al referirse a los EE.UU en su obra “Los poetas del mal”. Y no es simplemente una metáfora figurativa sino una realidad constante, sonante y sufriente. Nuestra comunidad en el imperio norteamericano sobrepasa los 2 millones que, paulatinamente, han ido emigrando hacia ese país desde tiempos de la guerra civil.

Esta aldea de guanacos asentados en territorio gringo se movilizó como una especie de refugiados de la guerra, aunque para Migración siempre fueron, son y serán indocumentados, ilegales o en su lingua franca: fucking salvatruchos. Tal calificativo nos tiene por debajo del estatus que gozan poblaciones emigrantes como los asiáticos, los judíos e incluso comunidades musulmanas pues ellos, al menos, no se ven obligados a corre de los federales, del FBI, los sheriff o de cualquier otro afroamericano racista. Tampoco son los encargados del trabajo indeseado, pesado y desmoralizante. Claro, que lo hagan los salvachucos si de todos modos ellos vivieron siempre como animales, aves de rapiña, carroñeros, puñeteros, cule…

Eso no lo confirmo yo, lo confirma mi abuela, mis tías y mis tíos que han residido allá, en promedio, no más de dos décadas. Cuando conversaba con ella (mi abuela) me decía que le había llegado su golpe de suerte pues, cuando se dirigía hacia una farmacia, al bajarse del auto, encontró nada más y nada menos que 201 dólares tostados y un poco rasgados. Su voz denotaba gran sorpresa y satisfacción pues con ese dinero ya podía mandarnos unos cuantos billetitos para disfrutar las fiestas de agosto: un churro español, elotes locos, papas fritas, las ruedas y uno que otro dulce típico. Para mi nada de eso tiene el mismo gusto cuando su ausencia se hace presente en estas épocas festivas. Luego prosiguió diciendo que para que nos alcanzara había ido a limpiar una casa cerca del lugar de residencia de uno de mis tíos. Ahí ganó 40 dólares. En mis adentros solo pensé cómo es posible que a su edad tenga que limpiarles la mugre a los gringos por esa cantidad cuando, por pura casualidad, encontró dinero ajeno. Para ella fue como un milagro, para mí una burla.

Nuestros hombres y mujeres son para el imperio la mano de obra barata, los limpia baños, los meseros, los albañiles, las niñeras, la servidumbre, los aguanta todo, los cómelo todo, los véndelo todo… hasta aquí déjemelo para no estropear las proezas de Roque Dalton. El salvachuco es el más valiente de los desgraciados pues hace lo que el gringo acomodado no se imagina. Somos los que ordenamos la casa del patrón y bajamos la cabeza como perros regañados para que nos tiren la tortilla dura, nacida y revolcada. Somos la porquería que más necesitan, la piltrafa que les mueve una parte de su burocracia económica y, aun así, seguimos siendo los perseguidos, marginados y desprotegidos. Para el monstruo capital somos esclavos sin valor que nos descuartizamos  por un quarter así tengamos que trabajar los siente días de la semana.

Y mientras aquí, en el valle de las hamacas, el burdel de los políticos, la casa del miedo y patios adornados con plantaciones de osamentas, esperamos con desesperación que nos depositen el dólar del sustento, el dolor de los sustentadores. Ese juego de transacciones mantiene la mayor parte de nuestros ingresos nacionales reflejado en el PIB con un 16%. Cualquiera diría que los salvachucos somos holgazanes o holgazanes analfabetas, o quizá holgazanes analfabetas delincuentes o también holgazanes analfabetas delincuentes y ricos. Bueno podemos ser todo eso y hasta ricos: ricos en desempleo, en crecimiento demográfico, en contaminación, en consumismo, en delincuencia, muertes, extorciones, corrupción… y la lista se engrosa todos los días. Pero la realidad es que, si vivimos de las remesas es porque estamos huérfanos de estado, de identidad nacional y divididos política y económicamente: derechos e izquierdos y pordioseros versus oligarcas.

Los términos medios están socavados por la polarización que los absorbe hasta el punto de hacerlos desaparecer; sin embargo, las voces de denuncia siempre resuenan haciendo chillar los oídos del politburó de este desquebrajado Estado “soberano” donde lo más importante es que, quien llega al gobierno, tiene un tiempo máximo de cinco años para robar, saquear y destrozar los bienes que nos pertenecen y, ¡vaya resultados!: siempre lo logran con puntaje perfecto. No obstante, siempre hay opositores que les amargan la fiesta, pero no son opositores que favorecen a las mayorías, sino opositores que ven en el enemigo un atentado a sus sagrados recursos e integridad de padrastros de la patria. Y si no pues vean el resultado de cuando dos bandos están inconformes con su tajada y se sienten amenazados: modifican las leyes, se autonombran la hostia consagrada y corren a buscar gente barata para que se sientan respaldados. Mientras los otros, ejerciendo su papel de oposición férrea de carniceros, se amparan milagrosamente en argumentos verdaderos para frenar los abusos de su enemigo, no sin antes planear su regreso al poder. Y el pueblo qué, alguien nos explicó para que entendamos la situación. Todos nos creemos politólogos, climatólogos, sociólogos y criticólogos en estas situaciones, mas nadie sabe el trasfondo en el fondo asqueroso y malévolo de estos padrastros de la patria.

Por la ignorancia a la que nos someten, muchos se divorcian de la participación política pues lo ven como algo lejano a sus vidas y no se dan cuenta que por eso seguimos pobres, por nuestra apatía seguimos sin trabajo, sin oportunidades para los jóvenes que ven como mejor opción emigrar ya sea legal o ilegalmente al norte, al país de los sueños, el paraíso de los mundanos. Allá donde se habla de Dream act, Ley anti y pro inmigrantes, ciudanía para todos, sin embargo, todo es parte de la oratoria electoral de los reyes capitales que prometen un nuevo paraíso en el paraíso. El salvachuco sigue siendo el instrumento de los monopolios aquí, allá y donde la pobreza de sus almas sea bien vista por las multinacionales.

Mi abuela se despide dejando sus saludos al batallón de prójimos que la conocen y la echan de menos. Me promete depositar el dinero lo más antes posible sin que yo haya dicho una sola palabra respecto a eso. Mejor prefiero hablarle de las mascotas que la esperan acá en mi casa, pues solo así pude guardar mis palabras melancólicas y filosas en contra del capataz yankee y su mundo de oportunidades para quien quiera servirles de peón con contrato eterno y sin apelaciones.

1 comentario:

  1. Buena crítica contra un mal que todos conocemos pero pocos somos capaces de admitir. La realidad es que a veces ignoramos los hechos, pues la consistencia de la ignorancia es tan aceptable como la verdad, buena idea al tratar de sacar a la luz un mundo que existe a la luz del sol, pero que solo lo percibimos en el vacío de la oscuridad.

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