Ayer hablé por teléfono
con mi abuela, una señora que a sus 67 años camufla el tiempo con arrugas
finas, estéticamente bien ubicadas, ceñidas a su frente y su rostro. Ella es un
alma más en el paraíso de los pobres, como dice Manlio Argueta al referirse a
los EE.UU en su obra “Los poetas del mal”. Y no es simplemente una metáfora
figurativa sino una realidad constante, sonante y sufriente. Nuestra comunidad
en el imperio norteamericano sobrepasa los 2 millones que, paulatinamente, han
ido emigrando hacia ese país desde tiempos de la guerra civil.
Esta aldea de guanacos asentados
en territorio gringo se movilizó como una especie de refugiados de la guerra,
aunque para Migración siempre fueron, son y serán indocumentados, ilegales o en
su lingua franca: fucking salvatruchos.
Tal calificativo nos tiene por debajo del estatus que gozan poblaciones
emigrantes como los asiáticos, los judíos e incluso comunidades musulmanas pues
ellos, al menos, no se ven obligados a corre de los federales, del FBI, los sheriff
o de cualquier otro afroamericano racista. Tampoco son los encargados del
trabajo indeseado, pesado y desmoralizante. Claro, que lo hagan los salvachucos si de todos modos ellos
vivieron siempre como animales, aves de rapiña, carroñeros, puñeteros, cule…
Eso no lo confirmo yo,
lo confirma mi abuela, mis tías y mis tíos que han residido allá, en promedio,
no más de dos décadas. Cuando conversaba con ella (mi abuela) me decía que le
había llegado su golpe de suerte pues, cuando se dirigía hacia una farmacia, al
bajarse del auto, encontró nada más y nada menos que 201 dólares tostados y un
poco rasgados. Su voz denotaba gran sorpresa y satisfacción pues con ese dinero
ya podía mandarnos unos cuantos billetitos para disfrutar las fiestas de
agosto: un churro español, elotes locos, papas fritas, las ruedas y uno que
otro dulce típico. Para mi nada de eso tiene el mismo gusto cuando su ausencia
se hace presente en estas épocas festivas. Luego prosiguió diciendo que para
que nos alcanzara había ido a limpiar una casa cerca del lugar de residencia de
uno de mis tíos. Ahí ganó 40 dólares. En mis adentros solo pensé cómo es
posible que a su edad tenga que limpiarles la mugre a los gringos por esa cantidad
cuando, por pura casualidad, encontró dinero ajeno. Para ella fue como un
milagro, para mí una burla.
Nuestros hombres y
mujeres son para el imperio la mano de obra barata, los limpia baños, los
meseros, los albañiles, las niñeras, la servidumbre, los aguanta todo, los cómelo
todo, los véndelo todo… hasta aquí déjemelo para no estropear las proezas de
Roque Dalton. El salvachuco es el más
valiente de los desgraciados pues hace lo que el gringo acomodado no se imagina.
Somos los que ordenamos la casa del patrón y bajamos la cabeza como perros
regañados para que nos tiren la tortilla dura, nacida y revolcada. Somos la
porquería que más necesitan, la piltrafa que les mueve una parte de su
burocracia económica y, aun así, seguimos siendo los perseguidos, marginados y
desprotegidos. Para el monstruo capital somos esclavos sin valor que nos descuartizamos
por un quarter así tengamos que trabajar los siente días de la semana.
Y mientras aquí, en el
valle de las hamacas, el burdel de los políticos, la casa del miedo y patios
adornados con plantaciones de osamentas, esperamos con desesperación que nos
depositen el dólar del sustento, el dolor de los sustentadores. Ese juego de transacciones
mantiene la mayor parte de nuestros ingresos nacionales reflejado en el PIB con
un 16%. Cualquiera diría que los salvachucos
somos holgazanes o holgazanes analfabetas, o quizá holgazanes analfabetas
delincuentes o también holgazanes analfabetas delincuentes y ricos. Bueno podemos
ser todo eso y hasta ricos: ricos en desempleo, en crecimiento demográfico, en
contaminación, en consumismo, en delincuencia, muertes, extorciones, corrupción…
y la lista se engrosa todos los días. Pero la realidad es que, si vivimos de
las remesas es porque estamos huérfanos de estado, de identidad nacional y
divididos política y económicamente: derechos e izquierdos y pordioseros versus
oligarcas.
Los términos medios están
socavados por la polarización que los absorbe hasta el punto de hacerlos desaparecer;
sin embargo, las voces de denuncia siempre resuenan haciendo chillar los oídos
del politburó de este desquebrajado
Estado “soberano” donde lo más importante es que, quien llega al gobierno,
tiene un tiempo máximo de cinco años para robar, saquear y destrozar los bienes
que nos pertenecen y, ¡vaya resultados!: siempre lo logran con puntaje perfecto.
No obstante, siempre hay opositores que les amargan la fiesta, pero no son opositores
que favorecen a las mayorías, sino opositores que ven en el enemigo un atentado
a sus sagrados recursos e integridad de padrastros
de la patria. Y si no pues vean el resultado de cuando dos bandos están inconformes
con su tajada y se sienten amenazados: modifican las leyes, se autonombran la hostia consagrada y corren a buscar
gente barata para que se sientan respaldados. Mientras los otros, ejerciendo su
papel de oposición férrea de carniceros, se amparan milagrosamente en
argumentos verdaderos para frenar los abusos de su enemigo, no sin antes
planear su regreso al poder. Y el pueblo qué, alguien nos explicó para que
entendamos la situación. Todos nos creemos politólogos, climatólogos,
sociólogos y criticólogos en estas
situaciones, mas nadie sabe el trasfondo en el fondo asqueroso y malévolo de
estos padrastros de la patria.
Por la ignorancia a la
que nos someten, muchos se divorcian de la participación política pues lo ven
como algo lejano a sus vidas y no se dan cuenta que por eso seguimos pobres,
por nuestra apatía seguimos sin trabajo, sin oportunidades para los jóvenes que
ven como mejor opción emigrar ya sea legal o ilegalmente al norte, al país de
los sueños, el paraíso de los mundanos. Allá donde se habla de Dream act, Ley anti y pro inmigrantes, ciudanía
para todos, sin embargo, todo es parte de la oratoria electoral de los
reyes capitales que prometen un nuevo paraíso en el paraíso. El salvachuco sigue siendo el instrumento
de los monopolios aquí, allá y donde la pobreza de sus almas sea bien vista por
las multinacionales.
Mi abuela se despide
dejando sus saludos al batallón de prójimos que la conocen y la echan de menos.
Me promete depositar el dinero lo más antes posible sin que yo haya dicho una
sola palabra respecto a eso. Mejor prefiero hablarle de las mascotas que la
esperan acá en mi casa, pues solo así pude guardar mis palabras melancólicas y
filosas en contra del capataz yankee y
su mundo de oportunidades para quien quiera servirles de peón con contrato
eterno y sin apelaciones.
Buena crítica contra un mal que todos conocemos pero pocos somos capaces de admitir. La realidad es que a veces ignoramos los hechos, pues la consistencia de la ignorancia es tan aceptable como la verdad, buena idea al tratar de sacar a la luz un mundo que existe a la luz del sol, pero que solo lo percibimos en el vacío de la oscuridad.
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