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miércoles, 1 de agosto de 2012

Epístola neonata


Anoche, recostado sobre la disparidad de mi cama, escuchando la lluvia y deseando no morir, pensé en dirigirme a ti como ya antes lo he hecho para estos días. La diferencia es que hoy estas distante, atareada y con el tiempo sobre las espaldas. Por un instante tuve la intención de levantarme y comenzar a escribir, pero el sueño me estaba aprisionando los párpados, congelaba mis piernas y limitaba mis capacidades de imaginar, crear y fabricar letras con sentido melódico, sueltas y disueltas como sobrecitos de café instantáneo.

Cuando amaneció mi subconsciente parecía que hablaba solo. Esto no es de hace poco, viene desde meses atrás. Desperté escuchando a mi voz interior hablar sobre lo que había soñado en la madrugada. Pensaba y filosofaba mientras yo sentía temor pues, de hacerse realidad, al menos uno de los dos sueños, no pasaría mucho tiempo para que estos escritos fueran lo único que quedara de mí. En fin, logré despertar del mundo desconocido y no había olvidado el deseo de redactar esto el cual tiene un objetivo especial.

Te he dicho antes que en estos días la compañía de tu cuerpo hace más ligero el pasar del tiempo; sin embargo, cuando estás lejana a mis entrañas se me revuelve el pensamiento, me aflora el instinto sobreprotector e imaginativo. He tratado de compensarlo trabajando en la cuna de mis creaciones, leyendo libros, cantando canciones una y otra vez, pero es imposible no pensar en tus tierras acaneladas, en tu sonrisa de esplendor astronómico, en esas sutiles manos de niña inmaculada que acarician mis cabellos cuando estas en posición de bésame lentamente. Como no atormentarme sin han transcurrido días desde la última vez aunque, según mi reloj, han pasado años de espera, de encierro y me estoy desabasteciendo de tu dulce mirada chocolate.

No obstante, esta vez no quiero caer en sentimentalismo, más bien quiero seguir la línea que ya había trazado antes que te distanciaras: la ruta poética desenfrenada y embelesarte a pesar que no sea viendo tu rostro de ángel más bello que los retratados en la Capilla Sixtina. Sé que esa forma de expresión te despierta la suavidad del alma, te hace navegar en nuestro planeta arcano pero real. Mis palabras vestidas de ingenio poético te ilusionan y más de alguna provoca una sonrisa tal como lo haces ahora.

No me equivoco al pensar que, en este justo momento, piensas en mí, me imaginas leyéndote estos fonemas más valiosos que el propio lenguaje como lo habíamos hecho año con año. Hoy no es como siempre. Estás leyéndolo sin mi presencia, sin mi típica forma de oratoria nerviosa, de momentos ronca pero con los ojos puestos en tus impresiones a medida voy bajando por los párrafos. También sé que me extrañas, y como no hacerlo si este día siempre la pasábamos juntos en la pasividad de tu hogar, junto a tu familia, algún obsequio, pero más importante que eso, estabas conmigo y con eso eras feliz.

Este día, hace un trio de años, nació mi filosofía bajo la cual sigo inspirado. Sin darnos cuenta somos padres de nuestra propia felicidad, de un mundo inmenso pero al mismo tiempo discreto. Para mí apenas van cuatro, aunque tu calendario biográfico diga diecinueve. En verdad eso no importa pues la belleza de tu ser está envuelta bajo tu piel acanelada, muy por debajo de tu figura moldeada a mano. Ahí donde el palpitar de tu corazón te mantiene viva y llenas de aire tu organismo entero.

Sabes una cosa, hubiese deseado que siguiéramos la tradición, sin embargo, hay que dejar que el destino fluya en su cause, a su gusto ya que quizá, lo que hoy vivimos, tiene una misión especial que todavía no se logra descifrar. Así pues, te obsequio estas oraciones de mi alma, con amor, devoción y total entrega a ti, la madre de mis versos, la fuente de mis pensamientos, la más hermosa flor del jardín que Dios creo en la tierra. Mi filosofía, te deseo hoy, más que un simple “felicidades”, todo lo que necesitas para vivir feliz. Desde acá, el planeta que lleva tu divino nombre, solo anhelo que sigas creciendo junto a mí para brindarte el amor más puro, ilimitado y transparente el resto de tus días… Hasta luego mi pequeña preciosa.

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