Vistas de página en total

martes, 11 de septiembre de 2012

Lencería, fotogenia y arquetipos


¡En qué momento se nos ocurrió la flamante idea de desnudar nuestra carne para deleite visual! Fue quizá en uno de tus periodos de trance, pensando en cómo hacerme feliz de un modo poco común pero bastante atrevido. No es que lo tome como indecoroso, más no era lo que esperaba de ti, una flor que apenas abre sus pétalos con delicadeza para no dejar ver más allá de lo recatado.

Mis vagas ideas sobre tu feminidad, y por feminidad entendamos la belleza pura que se esconde bajo tapujos finamente moldeados a tu ser, jamás la había observado con tanta lucidez como ahora, inmortalizada de manera artificial, pero grabada para siempre en mi cabeza. Mis ojos se inundan del esplendor estético de tus curvas eminentemente arqueadas desde el tórax hasta la parte ensanchada de tus caderas. Que deleite es navegar en total frenesí, imaginando tu presencia con ese traje de ángel celestial, casi emulando a la antigua Eva en el Paraíso del pecado.

Sin duda me has vuelto un crítico de tu estilo. Los colores pastel te acicalan; el negro profundo es un mar de inspiración erógena, el celeste cielo adormece mis parpados, el rosado… sin palabras, toda una obra de arte barnizada en color piel canela, una combinación de sutiliza y seducción, de inocencia y tentación, de malicia y ferocidad. Tu silueta, aunque se vista del propio arco iris, lucirá hermosa, intachable, pero nunca frívola ni perversa.

Se ha vuelto una rutina ojear, como las página de un periódico, cada retrato que donaste para satisfacción de mis anhelos por conocer tierras inexploradas de tu tez, tan suave como el soplar de un viento mañanero. No es lujuria mi obsesión, es adoración a tu divinidad de mujer, tu figura de diosa griega, tu anatomía moldeada en el mejor taller de elaboración de prototipos que Dios creó en el inicio de todo lo que existe. Y de seguro él sabía desde antes de fabricarte que tu lugar, difícilmente, sería suplido por cualquier otra invención de la naturaleza, pues tu elegancia fue patentada una solo vez para evitar competencia desleal.

Aunque la flor más sagrada de tu feminidad todavía se esconde, no hace falta llegar hasta el punto que te identifica como tal ya que tus poros irradian toda la magnificencia de tu interior, ese que aun se guarda intacto, virgen, esperando ser conquistado. Por ahora, prefiero seguir perdiéndome en las dulces cavidades de tu complexión aeróbica, exquisita, excitante y apasionada.

Como no amar tu abdomen, el centro de tu universo, cuyas fronteras están adornadas con el vaivén de tus cabellos y la pericia de tus pies. Es una reunión cósmica donde tus pechos se levantan en direcciones opuestas apuntando a mi codicia de hombre instintivo que se derrite cuando descansa en medio de ellos. Un delirio ver tus muslos juntarse besándose y acompañando a tu flor del eros, mientras, del otro lado de tus límites corporales, se yerguen dos monumentos como media luna en una noche de romance.

Y después de todo esto, aun me cuestiono si soy digno de embriagarme de tu juventud, tu lindo rostro que parase no contar los años. Será que merezco ser el guardián de tus tierras acaneladas, ser el conquistador de terrenos jamás alcanzados. Seré yo el que duerma por siempre a tu lado. Que el tiempo me de su respuesta, y durante la espera, deseo que seas tú la que me arrebate los años, la felicidad, mi vida entera, pues el amor que inventamos no tiene fecha de caducidad, ni principio y mucho menos final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario