Vistas de página en total

domingo, 9 de septiembre de 2012

Sobre el margen invisible de la nada

Nahuaterique, uno de los municipios que antes de 1992 pertenecía a los Bolsones, última frontera entre El Salvador y Honduras, no existe en ningún mapa. Luego de 20 años ya no hay más bolsones, ni sombreros ni fronteras en estos municipios olvidados por dos gobiernos que reclamaban tierras de las cuales nunca se han hecho responsables. El fallo de la Corte Internacional de la Haya dio como resultado la separación de varios municipios salvadoreños para anexarlos a los límites catrachos. Hasta ahí, la historia suena a un simple tramite, sin embargo, sus pobladores viven en tierras de nadie, donde sus nacionalidades se parten en dos pero no son de ninguna parte. Recordar este hecho esta de sobra, discutir sobre sus consecuencias es apenas un paso para darles un poco de reconocimiento a estos poblados que parecen vivir tras la sombra de la orfandad.


Link de acceso a la edición 218 - Séptimo Sentido - La Prensa Gráfica 

_________________________________________________________________________________

Nuestra insignificante extensión territorial de 21 mil kilómetros cuadrados se vio recortada hace veinte años debido al fallo de la Corte Internacional de Justicia con sede en la Haya, Holanda, la cual dictaminó que 420 km. de extensión territorial pasarían de manos guanacas a manos catrachas. Luego de negociaciones, El salvador mantuvo 150 km., mientras que Honduras ganó 290 km. y junto a él a más de 1.500 almas desamparadas por dos Estados que desconocen la soberanía en esa franja montañosa, plagada de pinos y sembrada en la penumbra de la marginación.

En esta introducción se sintetiza la edición de este domingo 8 de septiembre de la revista Séptimo Sentido, cuyas páginas muestran la realidad de aquellos que residen en Nahuaterique y sus comunidades aledañas que antes pertenecieron a El Salvador y hoy se dice que son de Honduras, aunque la verdad es que nunca fueron de ninguna parte. Su gente vive en los límites del vacío que dejó el litigio en 1992, cosa que no ha cambiado transcurridas dos décadas de aquel fallo.

Son tres los trabajos contenidos en la revista, formando así una entrega totalmente dedicada a la problemática que ahí se vive. El periodista Sigfredo Ramírez se escabulle en la vida cotidiana de sus habitantes para descifrar cómo ha sido el panorama desde que este municipio quedo fracturado y huérfano de patria. El fotoperiodista Borman Mármol plasma en fotografías el paisaje de Nahuaterique desde la perspectiva de una estudiante que recorre 15 km. desde tierras de nadie hasta nuestra frontera. Un camino de tres horas para llegar a su centro de estudios. El ultimo es un reportaje de Oscar Díaz quien hace una reseña comenzando con la resolución de la Haya hasta la actualidad y lo que ha quedado pendiente en materia social con las personas afectadas.

Es una buena iniciativa no solo recordar sino discutir los sucesos que, paulatinamente, le han ido dando forma al fenómeno social de Nahuaterique, pues muchos recuerdan a los Bolsones (Morazán) por su peculiar forma de sombrero cuando aun se incluía dentro de nuestra topografía minúscula y abrupta. No obstante, dejar que esa imagen se borre como se borró de todos los mapas es equivalente a suprimir a sus pobladores que de por sí ya conocen sobre exclusión y olvido.

Las anécdotas de la gente mayor en los municipios fronterizos, en la mayoría de ocasiones, son relacionadas a la guerra civil, la pobreza, la supresión y la falta de atención de instituciones públicas como salud, educación, trabajo y demás derechos vitales que están muy lejos de ser una realidad. Generación tras generación se van encontrando con nuevos obstáculos para salir del pozo en que se los gobiernos los han mantenido. La apatía persiste en ambos lados y, a pesar del desconocimiento, al menos quedan personas que tomen las riendas en busca de esperanza y un poco de dignidad.

Esa búsqueda por la igualdad a veces es engañosa ya que, como es típico en el mundo de la política barata, nunca faltan los que fingen poner interés a las necesidades del prójimo y llegan pintarrajeados con los colores de su partido para dar su oratoria utópica, repartir guacales, delantales, panfletos, banderas y camisas. Es la única vez, quizá, que estos poblados reciben algo aparentemente de gratis. Yo me pregunto si la clase  política realmente tiene algo que ofrecerle a las familias de los ex -bolsones aparte de promesas, guacales y un mitin fiestero. “Todo será más claro luego de las elecciones”, como dicen los estadistas de las casas encuestadoras, analistas políticos y varios ilusos seudofanáticos de las extremas de nuestro país.

Mientras tanto los residentes de estos municipios, tanto hondureños como salvadoreños, siguen en el limbo, o mejor dicho en ninguna parte, en tierra sin patria, en estado sin nación. Ni chicha ni limonada, así dice el viejo dicho bastante de acorde con la situación de esta gente que se identifica usando dos documentos, pero que en sus adentro solo conocen de miseria y marginación. ¿Acaso los de la Haya no pensaron en las posibles consecuencias? A lo mejor también se compraron las ideas fantásticas de los gobiernos en litigio que aseguraban dar garantías a los habitantes que pasarían a ser parte de sus límites territoriales. Sin embargo, hasta el día de hoy, nada de eso se ha cumplido, excepto que El Salvador deba respetar lo que ya se ha establecido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario