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domingo, 16 de septiembre de 2012

Cien años sin color

Nuestro escudo y nuestra bandera nacional cumplieron 100 años desde su legalización en 1912, pero parece que a nadie le importara. Esta tendencia al desinterés tiene sus raíces en la falta de cultura, el no haber inculcado valores cívicos ni haber estudiado nuestro propio legado. Bajo ese olvido que marca tradición en este país celebramos un año más de independencia, una falsa libertad y unificación. Los vacíos siguen siendo abismales en comparación al fervor que viven otras naciones cuando se avecina una fecha tan importante. No cabe duda que en El Salvador imitamos un tanto a los judíos pero en materia de ideales, pues seguimos esperando nuestra verdadera fecha de liberación, la emancipación de las clases oprimidas y una única identidad que nos cobije a todos. Dios, Unión, Libertad; 3 palabras que están lejos de ser nuestras, muy lejos de convertirse en identidad.


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Para definirnos de manera individual en base a nuestras preferencias o gustos determinados, basta con abrir el abanico de opciones: altos, bajos; playa o montaña; fútbol o basketall; Barça o Madrid. Aquí parece todo estar resuelto, pero hay preguntas que tardan 100 años y aún siguen sin esclarecerse. Eso es lo que sucede con uno de los pocos símbolos que tenemos los salvadoreños: la bandera.

Aprobada en 1912, nuestra bandera nacional ha izado por doquier y ha cambiado de tonalidad quizá la misma cantidad de veces. Será este un estilo camaleónico como le llama Carlos Chávez a la falta de interés por estipular un tono específico para nuestra bandera. Y peor todavía es que nadie recordó este trascendental hecho histórico en el cual dejamos de usar una bandera agringada para volver a las raíces federalistas de la región.

Siendo sincero, jamás había pensando en este tema del color como identidad de los símbolos patrios. Sin embargo, comparto la visión de que deberíamos exigir una ley bajo la cual se contemple el verdadero color de nuestra bandera. No es posible que países como Guatemala, México, Argentina, España y muchos más hayan dictaminado las tonalidades únicas de sus respectivas banderas, mientras nosotros ni siquiera conocemos la historia que nos llevó hasta la actual representante que ondea silenciosa en unos cuantos sitios y redondeles.

He aquí un ejemplo de por qué nuestra sociedad salvadoreña no se identifica con las raíces marchitas de los antepasados pipiles, masacrados por siglos hasta que los redujeron a osamentas. No logramos anclarnos a una idea nacionalista pues pasamos de largo todo el proceso independentista, cuyo principio solamente comprendía la liberación de los criollos y no así de las comunidades pobres: proletariado y jornaleros.

La apatía es tan grande que hemos olvidado hasta la letra del himno nacional, la oración a la bandera, los departamentos, sus cabeceras, el número de municipios, etc., etc… Lo cierto es que la desinformación nos lleva a celebrar una “independencia” que jamás fue y que hasta hoy no llega. Pasamos de las manos españolas al autoritarismo criollo, luego al militarismo y más recientemente, la partidocracia.

Hace falta un poco de ejercicio metal, eso implica leer. Pero antes de leer cualquier cosa, también es necesario tener personas capacitadas que se encarguen de documentar e investigar nuestro borroso pasado. Somos pobres en este aspecto ya que son escasos los historiadores que han reconstruido nuestro rompecabezas ensangrentado por batallas, guerras, epidemias y masacres repudiables. Existe poco material disponible para consulta, por ende, las opciones se reducen a unos cuantos textos desactualizados, y en el peor de los casos, inaccesibles al público.

Me pregunto si es normal que después de tantos años nuestros símbolos sigan esperando ser bautizados legalmente. La respuesta es muy obvia: como podemos pedir que se establezca un color determinado para nuestra bandera si por otro lado se nos imposibilita identificarnos como salvadoreños. Es una odisea ponernos de acuerdo en cosas banales y más no se diga en términos constitucionales. La lección más representativa la tenemos a diario en el Salón Azul de la Asamblea Legislativa.

Será que ellos tiene claro el por qué están ahí, o también siguen sin encontrarse luego de varios periodos engordando sus cuentas bancarias a costa del pueblo. No me extrañaría que al preguntarles de historia y específicamente de quiénes gestaron la independencia y nuestra inexistente “nación” también salgan con el cuento de los “Súper Próceres”, padres de la patria igual que ellos. Un baluarte de líderes pensantes, como decía un anuncio publicitario en el cual alagaban a estos hombres, antigua élite de poder corrupta y cimiento de la que hoy subsiste por sobre nuestros derechos.

Pasó un 15 de septiembre más y el calendario dice que ya transcurrieron 191 años de independencia; no obstante, la espera por esa anhelada libertad se sigue extendiendo sin que aún se perciba la luz verdadera de la igualdad. Por otro lado, son 100 años desde la adopción de una nueva bandera y un nuevo escudo, una adopción sin reconocimiento, sin identidad propia, esa identidad desconocida que nosotros llamamos “patriotismo”, una identidad perdida por la ignorancia, el irrespeto y la falta de valores cívicos que van muriendo tal como muere el ideal “salvadoreño”.

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