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domingo, 26 de agosto de 2012

Entre pinos y verdades

Para esta ocasión he retomado dos de los trabajos periodísticos publicados en la edición 216 de Séptimo Sentido con el fin de descifrar un factor común en ambos: la violación de los derechos a la vida y la libertad de expresión. Sigfredo Ramírez y César Fagoaga presentaron dos historias llenas de impunidad, olvido y apatía de parte de las autoridades competentes. La pregunta al final de cada una es ¿Por qué? Por qué se debe tolerar tanto abuso, marginación y corrupción. Por qué alguien más debe decidir sobre el tiempo en que vivimos, por lo que decimos o tratamos de mostrar. La injusticia es parte de estos relatos, no obstante, esta no debe ser una simple explicación sino mas bien un motivo de alarma, sobre todo para quienes creen en la labor periodística, para los que defendemos el poder de la palabra, no de los medios masivos y hegemónicos.


Link de acceso a la crónica y reportaje - Séptimo Sentido - La Prensa Gráfica


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Las leyes de la naturaleza nos dictan que en la vida salvaje hay un depredador y una presa, un cazador y un cazado, un victimario y una víctima. Esos cánones primitivos no excluye a los seres humanos pues basta con ver a nuestro alrededor para darnos cuenta que las opciones se reducen a dos: vivir o morir.

En muchas ocasiones decidir qué camino tomar no recae sobre nosotros sino en terceros, cuartos o quintos, según sea el caso, privándonos así de todo derecho, y por qué no decir del principal: el derecho a la vida. No menos importante en la lista de violaciones descaradas y arbitrarias encontramos el derecho a la libertad de expresión. Podría decirse que es acá donde comienza todo un proceso de abusos, reclutamiento psicológico y censura generalizada, que de no ser acatada, termina cobrando factura en algún prójimo mártir de la verdad y defensor de las libertades.

La crónica y el reportaje de los periodistas de Séptimo Sentido comparten esta línea fotocopiada de cualquier otra sociedad latinoamericana, mundana y corrupta. Por un lado está la lucha de los olvidados y sin patria de Rancho Quemado (El Salvador) y Nahuterique (Honduras). Una lucha contra la pobreza y el desamparo tanto de las autoridades hondureñas como salvadoreñas luego de la disputa geográfica por los bolsones (Morazán). Hoy, nada ha cambiado en esas comunidades, excepto porque el contrabando de madera se hace bajo la amenaza del Comando Sumpul quienes ya han asesinado a dos hombres en la disputa por frenar el paso de madera por puntos ciegos.

La otra cara de la moneda son los asesinatos de periodistas y comunicadores en Honduras y México aunque, más allá de una simple denuncia, el tema central gira entorno a la impunidad, la deficiencia judicial en ambos países y las travesías inminentemente mortales en la que estos profesionales laboran a diario. Leyes desfasadas, promesas falsas e ilusas y protestas infructíferas resultan vanas al ver como el número de muertes por el ejercicio periodístico asciende, así como las amenazas y los atentados amedrentadores.

En ninguno de los casos, tanto los que sobreviven del contrabando como los que mueren por su profesión, cuentan con la oportunidad de decidir sobre sus vidas. Viven en un limbo donde el único futuro quizá sea el día de hoy pues mañana no sabrán si su cuerpo descansará en la morgue o desaparecerá en la corrupción de los infames grupos de poder. Los que se quedan no les resta más que correr, callar y llorar al que partió sin siquiera pedirlo.

En el corazón de estos fenómenos subyacen otros como (en el caso del contrabando de madera) la deforestación y explotación de los recursos naturales tan escasos y raquíticos acá en nuestro país. Por otro lado está el miedo, una herramienta psicológica que obliga a cualquiera a agachar la cabeza, tragarse las denuncias y proclamaciones heroicas que en estos tiempos son una firma de muerte indeleble.

Ese es el panorama. Mientras unos mueren en su diaria lucha por vivir, otros viven con la sensación de que la muerte los acosa en todo momento. ¿Y quién se encargará de los derechos de estos dos grupos? ¿Acaso no son dignos de protección e igualdad? Los pobres apiñados a una montaña pelona viven del delito, pero subsisten porque no hay de otra, y los redactores de la realidad mueren por sus letras, mueren por la verdad, por la desconocida verdad. Ojala que cuando los leñadores se acaben los pinos de Nahuaterique aun queden periodistas sembrados en los medios, o por lo menos algunos para seguir reproduciendo los sucesos que nadie ve, que nadie oye, debido al control de las hegemonías, a la desfachatez de los “intocables”.

viernes, 24 de agosto de 2012

Poeta de la Habana, Cusca

R. Castrorrivas al centro. A su izquierda Roger Lindo y Roberto Laínez
Como el típico salvachuco ignorante, al oír el nombre de Ricardo Castrorrivas, simplemente se me nubló la memoria al no tener referente alguno. Su nombre me vino de golpe en una invitación de la DPI (Dirección de Publicaciones e Impresiones) la cual hacía reseña a la presentación de una obra de su autoría titulada “Teoría para lograr la inmortalidad y otras teorías”. De tal manera que, antes de entrar a lo desconocido, preferí escudriñar lo poco que hay en internet acerca de este poeta salvadoreño.

Ricardo vio por primera vez la luz desbaratada de este mundo y respiró de nuestro aire (que en aquellos tiempos olía a finca) el 19 de septiembre de 1938. Desde temprana edad mostró talento en la escritura. “En tercer grado ya había ganado su primer premio literario. Como narrador es muy creativo y original. Escribe cuentos mágicos, oníricos y sociales muy impactantes, y se le distingue como verdadero maestro de la narrativa salvadoreña". (http://www.poemaspoetas.com/ricardo-castrorrivas)

Castrorrivas fue uno de los miembros fundadores del grupo de poetas llamados Piedra y Siglo del cual también forman parte Julio Iraheta Santos, Luis Melgar Brizuela, Rafael Mendoza, Ovidio Villafuerte y otros más que ya fallecieron. En 2007 se reunieron cuatro de ellos con motivo de su cuadragésimo aniversario desde su aparición en 1967. En la actualidad, los de Piedra y Siglo ya cuentan 45 años de existencia, versos, poemas y una lista enriquecida por la imaginación de escultores de la palabra.

Luego de ver un poco su carta de presentación, puedo ahondar en lo que fue la ceremonia en honor a su obra la cual no era ni inédita de tampoco de tinta fresca, mas bien era la segunda edición de una obra publicada en el año de 1972. Mi vergüenza se hace más grande al saber que después de tanto tiempo vine a conocer un trabajo literario de alguien con calidad y, sobre todo, de sangre cuscatleca. No me volveré a dar el lujo de decir que en nuestro país no hay madera literaria que quede viva.

De camino al MUNA (Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán) pensaba en la última pero primera vez que asistí a una presentación, que por cierto fue la del libro “Los Poetas del Mal” de Manlio Argueta. Aunque mi concentración era evidente, no pude pasar por alto la discusión de una pareja de jóvenes adultos quienes, sin ningún disimulo y frente al precipicio de la fétida quebrada que pasa a un lado del museo, se acusaban de manera amenazante, al borde de fulminarse con la mirada. Eso me hizo ver una especie de espejo conductual pues venía de ser yo el protagonista de una escena melodramática pero sin llantos, cosa que sí sucedió con la joven en cuestión de segundos.

Pasado ese desaire emocional, llegué al MUNA a tiempo, o mejor dicho antes de tiempo. Había poca afluencia y así se mantuvo hasta el final en comparación con el último de los eventos de este tipo ya antes mencionado. Sin esperar más me dirigí a la mesa en donde promocionaban el libro que apenas sobrepasa las 100 páginas. Su precio no representaba una gran inversión y valía la pena. Una obra de tamaño un tanto pequeño y con una portada de esas inspiradas en el atardecer, cuando el sol cae a las espaldas de las montañas. Quizá fui el segundo en adquirir el ejemplar pero, tal como me ocurrió la primera vez, me quedé con las intenciones de llevarme a casa otro libro gracias a mi ajustado presupuesto.

Al tener que conformarme, no me quedó de otra que mirar los posibles candidatos para que en una próxima invitación puedan acompañarme a casa. Mientras tanto, inicié la lectura del pequeño libro de microcuentos, como los llama el propio autor al inicio. Minutos más tarde dio inicio el acto con las palabras de Roger Lindo, director de la DPI y a continuación se abrió el paso al comentario de Roberto Laínez. Este último es un escritor que manifestó haberse enamorado de Teoría (nombre abreviado de la obra) desde sus quince años. Su comentario fue, más que un enfoque académico, una muestra poética de lo que dicha obra le generó en aquel tiempo y lo que hoy siente desde un punto de vista más maduro.

La lectura de Roberto conmovió a los que estábamos presentes de principio a fin, y como no hacerlo si en varias oportunidades dijo –Leer esta obra fue como un proceso de enamoramiento-. Al mismo tiempo, definió al arte literario no como un arte sino como el oficio de las letras. Cuando finalizó se podía percibir la emoción en sus ojos y en la tonalidad de su voz melódica que se entrecortó en el punto culmine de su comentario.

Posteriormente, llegó el turno de Ricardo Castrorrivas quien catalogó de entrada a Claudia Lars como su madrina en el sentido del rol que jugó su legado artístico en la formación de su talento en la poesía. También recordó a uno de sus compañeros de grupo por ser el padrino de la primera edición y a Roberto Laínez por ser el nuevo padrino en la edición actual.

Antes de dar paso a la firma de sus ejemplares, Castrorrivas recordó algunas de sus obras como Ciudades del amor, Las cabezas infinitas y Zaccabé-Uxtlá entre otras. Pero, dentro de esta nueva edición de Teoría, dio lectura a varios de sus cuentos, sin embargo, hay uno muy peculiar que citaré a continuación:

              Brevedad del cuento

              Esto pasó hace un millón de años. 
                                                               Uk tomó
a su hijo de la mano; señalole la luna y emitió un gruñido…

A pesar que me fue difícil entenderlo, nunca previne el final cuando ni siquiera pensé que había iniciado el cuento (no por nada se titula así). Castrorrivas fue muy elocuente, dejó en el cajón sus años de más y mostró el espíritu de las letras inmortalizadas en el papel para la eternidad. Lo de poeta no se lo quita ni las arrugas pues su mente parece lúcida, como si la estuviera usando por vez primera. Como frase a sus lectores dijo –Espero den la batalla leyéndolo-. Descifraré su advertencia una vez me envuelva en sus oraciones fantásticas.

Con eso concluyó la presentación y era el momento de la firma de los ejemplares. Mediante pasaban los asistentes, la cámara de un noticiero perteneciente al tríptico fatalista enfocaba hacia la mesa donde Ricardo dejaba grabado su nombre con una letra colocha bastante peculiar. Mi turno llegó y le di mi nombre a efectos de dedicatoria. Agradecido y satisfecho le dejé seguir con su plana de autógrafos, que por cierto fueron muchos.

Claro que no podía marcharme sin antes probar los bocadillos cortesía de la casa. Tomé asiento un rato y comencé a meditar sobre mi posición frente a los demás ahí presentes. La mayoría con un estilo bohemio muy bien tallado en sus rostros y sus vestimentas, con semblante de estudiosos, lectores de tiempo pleno y escritores de buenos textos. Sin querer me estaba flagelando el alma de escritor desconocido que guardo con recelo debido al temor de declarar mi pasión por las letras.

Y un golpe más al subconsciente, pues aparte de sentirme como el gato más gato entre los asistentes, me sentía huérfano de herramientas para ofrecerles algo mejor a ustedes, mi reservado público. Querer presentar una nota sin poseer una cámara digna, conocimientos previos y sobre todo reputación otorgada por un empleo de periodista acreditado, me limitó a observar como los demás sacaban fotos y el del noticiero fastidioso le preguntaba por una obra que, al igual que mí, jamás la había escuchado (con la diferencia que yo ahora la podré leer y él ni siquiera la compró).

En fin, que se puede esperar de un primerizo como yo. Aún soy prematuro es estas tierras, no obstante, de a poco estoy aprendiendo. Y para no terminar llorando de pena por mis desgracias y limitantes, emprendí el camino hacía el hoyo marginal de donde salí, a unos pasos del museo que colinda con la asquerosa quebrada de la cual soy vecino desde que tengo memoria.

 A pesar de todo, estos pequeños espacios que busco para cultivarme de conocimientos en literatura nacional y transmitírselos a ustedes, terminan siendo una base experimental en el largo camino que me espera. Un bonito ensayo que me pone en contacto con los que ya tejieron su historia gracias a los versos del corazón, esas grandes obras que vuelan más allá de nuestras fronteras como colonos conquistando el nuevo mundo. Y si Ricardo Castrorrivas, denominado poeta de la Habana Cusca por Otoniel Guevara, pudo romper las cadenas de su época, por qué no cortar las cadenas del presente tan desfavorable para los escritores, por qué no soñar con un público salvachuco lector y analítico, por qué no ser inmortal como el cuento, inmortal como la palabra, inmortal y teórico de los mortales de este tiempo.

martes, 21 de agosto de 2012

Cansado de versar sapos


¡Que hermosa es la literatura! Estéticamente de buena complexión, audible en el umbral de la palabra hasta llegar a los albores convergentes del todo que no es más que nada. Así de confusa es la verdad, así de labradas son sus líneas entre líneas que se borran en el camino del mejor ideal gramático.

¡Pero que difícil es lograr la aceptación!, que alguien se acomode en su asiento, coja postura reflexiva y se deje someter a las letras ajenas, a los pensamientos cósmicos de un mundo diferente y con percepciones antagónicas. Convencerte, ardua tarea antes de pensar en el mejor título, los disparates, las frases y los golpes de conciencia.

¡Me amarás por siempre!, no, mejor sería ¿me amarás por siempre? Tan recordable serán los fonemas dibujados en el papel para que se queden en adopción dentro de tu mente. Es una pregunta que el tiempo la responde, aunque de mis manías depende que te enamores o me excomulgues. Lo seguro es que todo se ira apiñando en un baúl que puede ser el basurero o el cajón de los textos invaluables.

Y al final, cuando mi mano derecha caiga para descansar de manera indefinida, ¿me leerás? A lo mejor seré citado en un libro o en algún insulto refinado de los intelectuales perfeccionistas, no obstante, preferiría ser tomado en cuenta en la historia de las artes, en los laureles literarios o en el paredón de los mártires.

¡No quiero morir sin conquistarte! La peor muerte es la que llega estando vivo, la que arrastra con ilusiones incompletas, una muerte sin velorio ni epitafio. El mayor de los desastres para un costurero de oraciones es ser asesinado por el fracaso de sus diseños, por la mala calidad de sus hileras y el disgusto al ver que sus modelos no venden ni al 100 por 1.

¡Cansado de versar sapos!, de parir ideas tramposas y escupir el mismo cuento de pajaritos y arco iris. La literatura es poder para el alma, libertad para el oprimido, voz para los que callan y sangre de vida para los devotos a seguir el camino del escritor empedernido. No más ligerezas ni falsas creativas, alto a las replicas y las imitaciones del pasado. Mi mundo es lo que nadie imagina, nuestro mundo se concibe en las manos milagrosas de una Virgen de la grafía.

domingo, 19 de agosto de 2012

Erase una vez en las trochas de Cuscatlán

En la edición 215 de Séptimo Sentido, Carlos Chávez nos conduce en la ruta del último tren que funciona en nuestro país y recorre las apiñadas vías entre champas y recuerdos de sus dos y únicos maquinistas. Esta fue, más que una crónica, un cuento tan creíble como fantástico en donde las antiguas vías son el hilo conductor de la memoria de muchos lectores quienes, al pasar su vista sobre el relato, trajeron a sus cabezas el recuerdo latente de aquellos años cuando los rieles rechinaban y el silbato era el llamado para abordar un viaje de cafetales, montañas y puentes aéreos.


Link de acceso a la crónica - Séptimo Sentido - La Prensa Grafica 

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Su historia recorre más kilómetros que los últimos 13 que aún se deslizan desde San Salvador hasta Apopa. Durmió por muchos años encerrado en un sarcófago emulando a los faraones milenarios del antiguo Egipto, con la diferencia que sus rieles volvieron a la vida milagrosamente cuando parecían destinados a la corrosión, al olvido o al reciclaje.

La crónica de Carlos Chávez trae envuelta toda una tradición ferroviaria que mas parece un cuento fantástico de los años dorados de estas maquinas las cuales sustituyeron el carbón por el diesel. Lo que hace de este relato una buena propuesta literaria es su recorrido entre comunidades marginales refundidas en el hoyo maldito de la pobreza, esa que acompaña a los salvadoreños desde antes que estos gusanos de hierro aparecieran en 1882.

La postmodernidad nos cargó de avances que facilitaron la movilización de bienes materiales y agilizó el transporte de pasajeros pasando de carretas haladas por bueyes a autobuses conducidos por irresponsables (mejor conocidos como conductores temerarios). Podría jurar que los bueyes sabían muy bien lo que hacían pues jamás he escuchado que uno de ellos fuera a excesiva velocidad arrojando a sus pasajeros al abismo o colisionando de frente con otro de su misma especie. Bueno, talvez las comparaciones no caben, pero los resultados son claros: los bueyes pasan el alcotest y las demás bestias sin licencia huyen luego de destripar, arrastrar y estrellar en el pavimento a unos cuantos prójimos.

Sin embargo, como lo cuentan los dos maquinistas de la locomotora, Carlos Villeda y Rafael Aguilar, los accidentes son escasos desde que se reactivó la pequeña línea superviviente a la demografía urbana que crece como pasto verde en época primaveral. No obstante, los percances son un peligro continuo debido a que las champas se cierran tanto sobre las líneas férreas que es cuestión de pulso y fortuna para no arrasar con toda esa hojalatería.

Este par de hombres antes mencionados son tan únicos en nuestra tierra del café marchito que no cabe duda ponerlos en la lista de conductores ferrocarrileros donde únicamente se leen sus nombres. Y así como es de escaso su oficio de capitanes sobre rieles, también lo es acumular pasajeros en sus cuatro vagones con capacidad para casi un centenar de personas. Aparte de vieja, la triste locomotora resucitada no causa más que lástima, ruido e incomodidad para los vecinos de las líneas tatuadas en el tierrero mundano de Cuscatlán.

A todo esto me surge el deseo de abordarla por primera vez antes que la vuelvan a tirar junto con las demás que quizá nunca regresarán a la alineación que ocupaban antes. Por otro lado, imagino como sería nuestra capital si en lugar de carreteras de asfalto, cráteres y cárcavas que parecen entradas al infierno tuviéramos paralelos con rutas iguales a las que hacen los del transporte colectivo. No más emisiones de gases contaminantes, ni peleas entre quién llegará primero a la parada o quién evadirá con las puertas cerradas a los de Transito y así salvarse de una 57.14.

Un verdadero mundo utópico y una masacre para los empresarios magnates en negocios, sobre todo con el gobierno quien los mantiene por “pura misericordia”. Sería mucho pedir el querer ver desfilar a estas joyas históricas, longevas pero más seguras que los microbuses de estéreo estruendoso en los que hoy viajamos. Y a todo esto, no nos olvidemos de la fabulosa idea de nuestro célebre alcalde quien propuso el proyecto del Metrobus como opción perfecta para mandar al carajo a los humildes vendedores que no tenían mejor oficina que las aceras y calles del Centro Histórico.

Mejor hay que conformarnos con imaginarlo en sus largos trayectos desde el Puerto de Acajutla hasta el de La Libertad, de Sonsonate a la capital y de ahí a cualquier otro destino del interior. Aquellos años mozos donde su aviso ensordecía a los que esperaban abordarlo en las terminales y luego refrescaba a su paso entre sembradillos, puentes y vistas impresionantes. Sin duda, todo eso ya acabó y no volverá a repetirse, al menos en la realidad, pero en nuestras cabezas (sobre todo de quienes lo vieron pasar), el tren de Cuscatlán seguirá extendiendo sus vías hasta donde la memoria y la imaginación lleguen.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Cortometraje


Habiendo tanto de que hablar para un día como hoy en nuestro Valle de las hamacas y Burdel de los políticos, mejor me inclino a dejarme llevar por la brújula de mis ojos y lo que ellos logran capturar en mi regreso a casa. Mis ideas eran escasas desde que comenzó esta semana, a pesar que han estado ocurriendo sucesos que bien valdrían la pena traerlos al lenguaje escrito. Sin embargo, no siempre las ideas grandes triunfan cuando los sentidos se posan en pequeñeces cotidianas y poco llamativas.

El golpe motivacional que necesitaba me vino al abordar el autobús en las afueras de la universidad a la que asisto. Faltaba mas de media hora para que el reloj marcara el mediodía, el ambiente cálido no era tan agobiante, hasta parecía amistoso. La falta de espacios libres me hizo quedarme de pie a la mitad de la caja de metal en la que me transportaba. De ahí no me moví hasta llegar a mi destino pues habían encontrado lo que buscaba.

Dos asientos era la distancia que separaba mis ojos de los de una joven de cabello teñido en color rojo vino que vestía una blusa a cuadros azul con gris. En el estéreo ruidoso del autobús sonaba un mix bachatero de un grupo que ya no es más, salvo sus canciones que definen un beso en tres palabras muy abstractas e insinuantes. La joven perdió su mirada en el vidrio de la ventana dejando ver cuatro grandes botones bajo un discreto escote de cuello pronunciado tipo uve. Sus manos, adornadas con una pulsera de espiral azul, se estrechaban juntándose y aprisionando suavemente el vientre como en actitud de meditación.

Sus ojos no se inmutaban, seguía como en trance, como si recordara momentos lejanos o quizá próximos. Su rostro trigueño expresaba aflicción, nostalgia y fragilidad. Talvez sea por la limpieza de su cutis que no mostraba maquillaje, excepto en los contornos de los ojos, pero aun así su semblante lucía natural y conmovedor. Me envicié tanto en la imagen de aquella joven que dejé de seguir el ritmo de la percusión de las canciones que llenaban el espacio metálico y tambaleante con vibraciones hipersensibles.

La analicé tanto como pude. Su uñas pulcras y sin tinte, cabello atrapado en una cola azul negro poco distinguible y unas cejas tenues sin rastros de depilación. Me preguntaba en mis adentros qué era lo que recordaba o sentía. Acaso la música le trajo a la memoria recuerdos nada acogedores, será que simplemente se recostó sobre la ventana para desear llegar a alguna parte, pensaba en alguien o en absolutamente nada. Qué pasaba por su conciencia en esos largos minutos que la observé al compás de pequeñas interrupciones. Anhelaba descifrar el misterio que la envolvía y que ella leyera mis constantes inspecciones por aquello de los malos entendidos.

A pocas cuadras para que yo bajase del autobús sonrió varias veces. Una de ellas lo hizo como si su mente hubiese llegado a alguna nota curiosa, pero las siguientes ocasiones fueron en mi dirección. No me daba temor que descubriera mis intenciones de convertir la experiencia de verla en palabras vivas, aunque sí sentía pena de que se diera cuenta y lo tomara como un gesto gratificante y luego se molestara o se tornara en una competencia de miradas coquetas.

Por una parte no sería tan malo, no obstante, mis ojos guardan fidelidad a otro par de ojos que penetran hasta lo más profundo de mí. Por tal motivo prescindía de verla cuando volteaba hacía donde yo me encontraba. En un par de ocasiones logró apuntar su vista para colgarla sobre la mía lo cual me acobardó. No fui lo suficientemente valiente para dejarle ir una sonrisa pues no vaya ser que diera un paso en falso y terminara en otra cosa. La verdad yo nada más tenía la curiosidad de saber por qué de esa expresión inmortalizada como la de una escultura de mármol.

Si la oportunidad hubiese llegado, le habría confesado el propósito de mi diagnostico visual. De seguro no creería que todo era por simple instinto poético de escritor que busca historias en cualquier sitio, en cualquier rostro, donde sea y a la hora en que se le despierte el ánimo inspirador. Sería más interesante haberle dicho que pasaría a ser una de mis anécdotas gráficas y que estaría ilustrada en un pequeño escrito de un Don nadie que se dedica a nada por nada.

En fin, el bús arribó a la parada en la cual debía detenerse. Bajé sin la respuesta a la gran interrogante que me acompañó en los quince minutos de demora hasta ahí. Ella siguió su camino hacia no sé donde sin tener ni siquiera una mínima idea que luego estaría hablando de su cara congelada, emotiva y acongojada que reposó en el panel de la ventana apuntando al vacío y depositando en mí un glosario de preguntas, una maraña de intrigas que luego formarían una historia sin importancia, sin trascendencia, tal como la vida y obra de un escritor profeta de tierras ajenas.

lunes, 13 de agosto de 2012

Puta vieja

Para este fin de semana Glenda Girón, la editora de Séptimo Sentido, nos trae un caso muy sonado por los medios sobre una joven que fue acusada de homicidio en grado de tentativa en contra de su hijo recién nacido. Este relato va más allá del escándalo creado por los medios y escudriña los motivos por los cuales ella intentó cometer este delito del que se le acusa. También, dentro de la crónica, se desarrolla un juego entre la culpabilidad y la dignidad de mujer y madre oprimida. Su experiencia se combina con la de otras dos mujeres que tratan de quitarse el estigma de madres asesinas pues las leyes las desfavorecen tal como la sociedad entera denigra al sexo femenino en todo ámbito en que ellas se establecen.


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Para nombrar a las madres hay que estar o en su día sacrosanto o de mal humor. Así se dividen los dos tipos de invocaciones maternas. – Feliz día, madre - o – hijue tu madre; hijue puta; puta madre; tu madre… - Es fácil llamarlas por su profesión que no tiene escuela, preparación o manual integrado a sus hormonas, coquetería y dotes feministas. Aunque, en la práctica, no es nada fácil ser madre pues, en nuestro país, parece una condena, la cruz más grande y pesada.

El salvachuco, enteramente masculino, entiende por madre aquella que lo parió, su nana, la jefa, la vieja, la como jode, la maitra. Pero si en lugar de madre decimos mujer, las percepciones varían drásticamente: la cualquiera, la chambrosa, la inútil, la sirvienta, la infiel, la puta más puta y con cifras extra numéricas. Ese dogma tradicional que nuestra cultura ocupa para definir a una mujer y madre persiste pues, en una sociedad patriarcal, las puertas se cierran para ellas, las que siempre han ido detrás del hombre como si fuera cierto lo del “sexo débil”.

El título que Glenda Girón le adjudicó a la crónica que patentó difiere con el que yo presento en esta pequeña reflexión por muchas razones. La más destacada, según mi visión, es que el caso de Silvia Jiménez, Karina Clímaco y Sonia Tábora a cualquiera indigna de manera superficial. Sin embargo, pocos alcanzan a descifrar lo que llevó a estas mujeres a optar por una decisión tan extrema o quizá confusa y malinterpretada. Más indignante es entonces condenarlas sin ser empáticos en sus situaciones y simplemente llamarlas inhumanas, crueles, sádicas y asesinas.

Una mujer en plenas facultades psicológicas, económicas, físicas y cognitivas no se atrevería a deshacerse de su propio hijo sin razones justificables (ante todo, ninguna razón sería totalmente justa o válida). No obstante, qué pasa cuando a la labor de madre le agregamos que la concepción fue producto de una depravada violación, que la madre a penas y rebaza la adolescencia, es pobre, desempleada, sin educación, violentada por su familia y, dentro de la misma, existe un record tradicional de mujeres que han sido madres con hijos desconocidos por sus progenitores.

La realidad para estas tres mujeres coincide con las anteriores características, pero nadie quiere ver su historia personal para encontrar una respuesta concreta a lo que hicieron y se aferran a la idea que ellas no son merecedoras del milagro de la vida. Ni mis palabras ni la crónica presentada como base piden consideración por las mujeres acusadas ni tampoco están tratando de esconder la verdad, mas bien, se trata de ver la espalda de estos casos, lo que los medios de nota roja y escandalosa publican irresponsablemente para ganar audiencia sedienta de “casos insólitos”.

Así fue como se conoció el caso de Silvia Jiménez el cual fue relatado en uno de los noticieros flamantemente autodeclarados “The number one” gracias a las exitosas notas como “Llantos de ayuda”, “Reportajes espectaculares” y “Casos espeluznantes” con los que han llegado al top ten de los noticieros en horario prime. Recuerdo ese día en que uno de los idolatrados reporteros de apellido Arana usaba su tono de voz macabra para decirle al pueblo que estaba frente al mismísimo demonio. Al preguntarle a Silvia de lo sucedido, ella no sabía como explicar lo que había pasado. Pero, con lo profesional que es este señor reportero, él se encargó de explicarles a los televidentes en pocas palabras que ella era una desgraciada, enferma, inconsciente y desquiciada mujer que intentó matar a su recién nacido.

Claro, como poner en duda las palabras de los “Number one” si ellos muestran la realidad más doliente y veraz. Al final, la gente que vio esa nota compró la idea que Silvia era una loca sin corazón, una Puta vieja, o al revés, aunque prefiero dejarlo así para hacer alusión a una obra de Melitón Barba que lleva el mismo nombre. Incluso, debo aceptar que yo fui uno de los que creyó en la imagen miserable que los medios dieron de Silvia, la que quiso enterrar vivo a su hijo. Ahora, gracias a las investigaciones de la revista, he neutralizado esos pensamientos y el sinsabor de aquel día pues, viendo los indicios del caso, hay más preguntas que una verdad segura.

Luego de un poco más de un mes, Silvia sigue siendo procesada por el delito de homicidio agravado en grado de tentativa y su pequeño está resguardado, o mejor dicho, enjaulado en el ISNA. Ella ha dicho escasas palabras, no tiene la firmeza ni el carácter para defenderse siendo esto muestra del maltrato que de seguro ha recibido a lo largo de sus 18 años. Con todo esto no puedo dejar de pensar en las mujeres que conozco, que me rodean y que amo de sobremanera. Me hago cuestionamientos sobre si ellas hicieran lo mismo estando en la situación de Silvia o las otras dos mujeres acusadas de abandono y asesinato.

Lo cierto en todo esto es que hasta en las leyes y procesos judiciales se ve marcadamente la desventaja en la que se encuentran las mujeres, y para agregarle un adjetivo, las mujeres pobres y humildes. ¿Por qué tanta disparidad? ¿Por qué tanto abuso? Y ¿Por qué hay tantos hombres con espíritu machista-patriarcal que aplastan los derechos de las mujeres? Y cuando hablo de sus derechos y el respeto que merecen no puedo evitar citar ejemplos tan comunes en nuestra cultura de hombres promiscuos y de mente banal. Palabras sueltas que se escuchan en la calle como – mami, pero que rico lo tiene – o – que tetas mi amor, préstemelas – y - amor, que nalgas más buenas – y otros tantos adefesios putrefactos que salen como serpientes de la boca y la irreverente imaginación masculina.

Esa es la cultura muy bien aprendida de nuestros salvachucos en cualquier lugar o rincón de este cajón en el que vivimos. A la mujer no se le respeta en la calle, en el trabajo, en la propia vivienda y para variar, ni las leyes se atreven a defenderlas como sí lo harían con cualquier hombre, así se tratase de un extorsionista, un ladrón, un homicida, un narcotraficante, un estafador o de esos megadepredadores del Politburó que hacen y deshacen a placer y a boca de jarro.

¿Y así pretendemos lograr una democracia inclusiva? Nuestro pueblo se está marchitando, está desterrando a las flores que nos dan la vida, al mismo tiempo que las utilizan como esclavas sexuales o para cualquier otro tipo de aberraciones. Lo que les sucedió a las tres mujeres del relato de Glenda es el resultado de décadas de opresión femenina, de encierro y privación inhumana de sus derechos básicos. Ellas también son víctimas de la tradición “Teopatriarcal” y autoritaria en la que se desarrolla la vida en la mayoría de familias salvadoreñas. Las esperanzas de una equidad imparcial entre hombres y mujeres está lejos de ser un hecho, mientras tanto, las mujeres ya sea niñas, jóvenes, adultas y ancianas seguirán siendo las “hijas de puta” de este Estado que, como buen ejemplo de padre salvachuco, nos ha dejado huérfanos.

sábado, 11 de agosto de 2012

Soy Yerbatero

La presente crónica fue realizada a principios de febrero del 2012. Se desarrolla en una de las calles más concurridas del Centro de San Salvador y trata un tema tabú en nuestra sociedad: el uso de plantas medicinales y el oficio de las limpias y trabajos espiritistas. Hasta su ubicación causa cierto morbo pues dichas ventas están empotradas fuera de un lugar religioso. Sin embargo, las férreas posturas de sus vendedores y sus clientes le dan vida a un mundo mágico, naturalista y donde los malos espíritus son combatidos con pócimas increíbles, oraciones y ritos plagados de tradición.

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“Le traigo el remedio para ese mal de amor que le estremece, no se merece sufrir si su pareja le dejó. Tengo toda clase de brebajes, plantas medicinales. Las he traído desde muy lejanos bosques hasta aquí”. Si usted conoce a Juanes es muy probable que haya escuchado esta canción alguna vez. “Yerbatero”, un nombre que suena a muchas cosas: a yerbas, a plantas, a medicinas caseras, a brebajes, remedios milagrosos y un sinfín de ideas. Pero, qué hay de las personas que se dedican crear y comercializar estas pócimas fantásticas (para muchos mágicas).

Pues bien, en nuestro país existe una gran cantidad de comerciantes que se ganan la vida vendiendo todo tipo de remedios naturales desde los más sencillos y comunes hasta aquellos tan inimaginables que ni siquiera nos hacemos la idea que existen. Es así como comienza esta travesía preguntándome a mí mismo qué podría encontrar o qué cosas nuevas iba a conocer en esta búsqueda.

El primer intento de acercamiento fue toda una odisea. Era como entrar a un mundo y sumergirse en otro. Como si el mar entero se aglomerara en una burbuja sumamente débil, a punto de estallar, no solo por lo tumultuoso del lugar sino también por sus peculiares olores, desechos putrefactos y armazones de hierro que van y vienen por las congestionadas calles.

El sol implacable, sonidos escandalosos, variopintos y estructuras de antaño que se levantan de entre la humildad de los hormigueros ofreciendo hasta lo más insignificante como propuesta de negocio. La selva para algunos, el infierno para el forastero. Irónicamente, es acá donde encuentran la comodidad aquellos que deben abstenerse de los lujos y más irónico es para los que ven de este pequeño mundo su vida entera, su alimento y su futuro.

Sí, este es el Centro de San Salvador, tan único como inconfundible. Para variar en un día sábado donde la gente corretea de un puesto a otro buscando el mejor precio, el regateo o quien lo tenga más barato. Entre tanto revuelo, avancé hasta estar de frente a la Iglesia El Calvario, un templo de color fúnebre, entristecido por los años y asfixiado entre las continuas aglomeraciones.

A un costado de la iglesia se encuentra, paradójicamente, una línea no tan extensa de vendedores de yerbas, medicinas y una variedad de velas de diferente color. Y no solo eso pues en las fachadas de los puestos se alcanza a leer de manera clara anuncios como “Se hacen limpias, se lee la mano y se hacen trabajos”. Aquello era tan normal que, si acaso alguien lo leía en su paso por este sitio, talvez no le daba importancia a estos rótulos bastante llamativos y nada mas centraba su atención en los manojos de plantas que hacen ver, al menos es ese espacio, una especie de vivero selvático con aromas suaves, que difieren con los estrepitosos hedores provenientes de los carretones repletos de camarón, pescado fresco y los que se desprenden de las alcantarillas, los desperdicios o hasta de la propia gente.

Mi vista recorrió todos aquellos puestos (alrededor de 10) buscando posibles fuentes amigables que no sospecharan de mi curiosidad investigativa y compraran mi apariencia de cliente que trata de ver qué es lo más cómodo.

Luego de casi dos horas recopilando material visual y llevando de regreso a casa un repertorio de olores y sensaciones nuevas, decidí concluir mi sondeo para tratar de estructurar mis ideas que ya a esas alturas eran totalmente diferentes comparadas con las que tuve antes de llegar al lugar.

Cinco días después o para ser exactos un jueves, regresé a la fila de puestos con un plan más certero y hasta cierto punto beneficioso para mi fuente a la que estaba punto de conocer. Para esta ocasión cambié la ruta de llegada y lo hice por el lado contrario con el objetivo de escudriñar a los que atendían los negocios sin llamar tanto la atención y así obtener un mejor panorama de quién sería él o la primera en visitar.

Es así como llegué al primer puesto donde encontré a una señora corpulenta, bien maquillada y que desde lejos escuchaba su llamado diciendo – Venga amor que le damos – Junto a ella una joven delgada y sonriente a quien le pregunté si vendían alfalfa. Hasta ese momento mis ojos nunca habían visto qué era eso hasta que la señora me lo mostró. Es una yerba grisácea, un poco dura que parece cascaras picadas en trocitos. Ahí me confirmó algunos de sus usos como el de limpiar el sistema digestivo y aliviar el mal aliento.

Luego pregunté por otro tipo de remedio que alguna vez escuché por boca de mi abuela, “el juanilama”. Sí tenemos – dijo la señora tomando una vara para bajar una pequeña bolsita mas otra yerba que, según como me explicó, sirve para aquellas mujeres que padecen de dolores menstruales severos. – Póngaselo a cocinar y dígale a su novia que se lo tome nomas esté – replicó muy segura al mismo tiempo que tomé nota.

Sin más que preguntarle después de haberle contado una falsa historia sobre los supuestos problemas que padecía mi novia, caminé hacia otro puesto. Ahí estaban dos señoras más que vestían delantal. Con un aspecto bastante serio que al principio me intimidó, preguntaron qué buscaba. Con ellas agoté mi imaginación y pregunté por algún remedio útil para hongos en los pies.

Una de ellas me ofreció me ofreció un remedio que consistía en cascaras de quina, chichipinse y un jabón de ruda. Mientras tanto la señora que la acompañaba me mostraba las yerbas y el jabón con etiqueta “Hecho en El Salvador”.

Lo más sorpresivo de esto es que al leer las utilidades del jabón pude ver que servía para mantener el embrujo y evitar los sustos. De inmediato pregunté por otro jabón que también funcionara para mi supuesto problema y me ofrecieron un jabón de bálsamo que tenía los mismos beneficios. Decidí comprarlo y antes de marcharme tuve curiosidad por saber para qué utilizaban las patas de cabra que colgaban de algo parecido a un tendedero. Sin embargo, inexplicablemente, mejor guardé silencio y caminé para tomarme un descanso.

Estuve un rato sentado pensando en mi último golpe pero sentí que se me acababan las ideas. De momentos concebía cosas demasiado arriesgadas o que quizá serían estúpidas y no me creerían. Por fin decidí ser yo de nuevo el del problema, aunque no fuese tan lejos y a lo mejor no obtendría las respuestas que buscaba, fui por mi último intento.

Me acerqué a un puesto donde descansaba una viejecita y una mujer no tan adulta. Ahí pregunte qué podía hacer para bajar de peso (aclarando que esta ve era un problema real). La mujer sonrió y tomó un frasco de capsulas que, muy tajantemente, dijo que surtirían efecto. Hasta lo ejemplificó con el caso de una señora bastante pesada que ahora muestra su abdomen adornado con un “piercing”. Al que los productos que vi antes, este también fue hecho acá. Contenía almendras, apio y un conjunto inmenso de yerbas que si trato de recordarlas jamás terminaría.

La anciana, muy amablemente, explicaba como ella, a su avanzada edad, se mantiene llena de vitalidad – Aquí donde me ve a mis 63 años no padezco de nada porque he vivido de puras yerbas – Le dije que regresaría por las capsulas no sin antes agradecerle y comprarle un par de puros por aquello del “mal de ojo”.

viernes, 10 de agosto de 2012

Un planeta arcano


Recuerdo fielmente el día que arribé a la superficie de tus tierras acaneladas. Era jueves, el noveno día del cuarto mes cuando el siglo apenas se acercaba a su primera década de gestación. Debo aclarar que ya antes había especulado sobre la posibilidad de encontrar vida más allá de esta opresiva realidad. Fue una decisión arriesgada lanzarme al vacío, a las fauces del espacio desconocido y silencioso, no obstante, los temores los até fuertemente a las estacas que dejé varadas allá, a lo que antes llamaba “vida”.

Mis cálculos sobre cuándo llegaría jamás fueron exactos y, a falta de un empujoncito de buena fe, tomé coraje para anclarme a los bordes de las montañas pues era lo único visible hasta ese entonces. Durante mis primeros meses de estadía aun no concebía de manera racional como es que te había encontrado y mas aun, como pudo ser posible que me recibieras sin pretextos ni objeciones. Parecía tratarse de un milagro el hecho de que yo haya sido el único, en ese momento, que tuve acceso directo por la ruta de los versos, poemas y anécdotas que te envié mediante las fuerzas de atracción, los sentidos y el corazón.

Entre más tiempo pasaba, más me permitías descender por las laderas acercándome a los valles donde todo es más fluido y menos gélido. Desde que me fui sumergiendo en tus suaves sonidos melódicos y pasivos, creció en mí la idea de que tu inocencia era tan pura que engalanaba tus curvas iluminadas por la luz de una estrella muy lejana a la que conocemos por antonomasia. Comencé a pensar que ese semblante de sumisión era lo que te caracterizaba sin tan siquiera haber ido más lejos en tu horizonte.

Al dejar atrás los valles llegué a una especie de sabana donde creí encontrar más de lo que ya había visto entre las montañas, pero ese sitio me hizo retractarme de aquello de la inocencia y pasividad, pues era una extensión desértica tan larga y desolada que ni la luminosidad de la estrella animaba un tan solo germen de esperanza. Atrás había quedado los indicios de vida y solo observaba rocas polvorientas y espinas tan grandes como el tamaño de los pinos de nuestro planeta. El efecto de aquel paisaje fue fulminante al grado que estuve a punto de dar por hecho que mi audaz maniobra al llegar a tierras arrinconadas había sido en vano ya que toda esa zona cubría lo que mi vista podía encerrar de derecha a izquierda como si observara el mar de pie sobre la arena y solo divisará, como ya se sabe, esa perfecta línea recta que le hace a uno imaginar la infinidad de agua que hay más allá.

Desilusionado por tal hallazgo, decidí aguardar un mes, mas nunca pensé en volver. Me sentía tan atado al nuevo lugar donde estaba que en ningún momento desee retornar ni arrepentirme del viaje. Luego de intensas lluvias y fuertes vibraciones provenientes del centro de la tierra acanelada, la estrella que me iluminó desde mi llegada se dejó ver entre las espinas las cuales sucumbieron ante el poder de los rayos. Así pues, tomé mi equipo de sobrevivencia y emprendí la marcha nuevamente. Era como si me estuviera dando una oportunidad y me animara a seguirla descubriendo.

Si pensé en que las pruebas mas duras habían pasado, pues me equivocaba, ya que ante mí aparecieron enormes altiplanos a los que debí de escalar. Traté de rodearlos pero a los primeros intentos me desorientaba y volvía al mismo punto de partida. Entonces pensé rápido y no dudé en jugarme de nuevo mi integridad con tal de avanzar mucho más en tus aposentos. Fue aquí, en esta lucha infecunda donde percibí que realmente estaba aferrándome a tus secretos en soledad, sin obtener tu colaboración. Con cada paso que daba me sentía más cansado, y con poca voluntad para defenderme de la confusión, desistí de mis herramientas y dejé que el sueño me atrapara.

Durante ese lapso de tiempo recordé mi vida primitiva antes de arribar a tu territorio, hice memoria sobre mis experiencias anteriores y me di cuenta que ninguna había sido tan aventurada como la tuya. Ni en el mundo donde pertenezco había trabajado tanto como lo estaba haciendo en este y quizá lo mas extraño en esa meditación era que aún no podía imaginarme de vuelta en mi casa de origen pues algo en mi interior me susurraba que en tus brazos está mi futuro, en tus dominios debía sembrar mis raíces, unirnos para dar frutos. Algo en mi interior me rezaba para que me encargara de darle vida a este planeta, tu planeta, o talvez el de ambos. Ese mensaje no me sonaba a mi propia voz y hasta hoy creo que en mi subconsciente eras tú la que me llamaba a no desertar en esta conquista pues aquí me espera la felicidad.

Somnoliento después de aquel rato de reflexión, abrí mis ojos, observé detenidamente todo mi entorno, tus fronteras, y en ellas vi los motivos suficientes para continuar, ponerme en pie y caminar hasta ese tesoro del que me hablaste en el sueño. Me dispuse entonces a buscar mis herramientas las cuales desparramé por doquier. Para suerte mía, aun estaban como nuevas y las introduje a mi bolso pues sin ellas no podría conquistarte.

Así comenzó mi descenso de los brumosos altiplanos cuyos peñascos por poco y me vencen a medio camino. No demoré mucho para ponerme en forma y llevar mis ánimos al nivel con el que inauguré esta hazaña. La estrella se descobijó de la niebla que la cubría y empezó a mostrarse en todo su esplendor dándome de su luz en mi trayecto. En el ambiente distinguía algo diferente, como si el aire fuese más calmo, más de fiar. Eso me inyectó confianza, seguridad y optimismo. Junto a esas sensaciones de serenidad, divisé unas arboledas no muy a distancia de donde me encontraba. Dicha señal era presagio de que más adelante me esperaba un bosque selvático, a lo mejor tropical, lleno de vida, de vegetación y hasta manantiales o grutas floridas para descansar.

Sin duda eso fue exactamente lo que encontré. Por primera vez desde mi llegada pude alimentarme de tus frutos, de tu bondadosa compasión. En el agua encontré la sinceridad que fluía constantemente y hasta el día de hoy lo sigue haciendo. En los frutos y las flores estaban tus dotes de dulzura, tu aroma romántico y peculiar, eso era verdaderamente lo que te distinguía de las demás. En los sonidos descifré el lenguaje que nacía de las profundidades de tu corazón como una cancioncita que pronunciaba mi nombre o, en ocasiones, lo sustituía por sobrenombres cariñosos, llenos de afecto y colorido. Todo se estaba encauzando libremente, como jamás lo imaginé. Tus tierras se convirtieron en un espacio, o mejor dicho, en el único espacio de armonía, de paz y de amor, cosa que ni en mi otro mundo había experimentado.

El cielo tomó el color de tus ojos, las flores adoptaron el olor de tu piel, esa piel que revestía el paisaje, que sostuvo mis pasos en mi ruta hasta aquí. Tus cabellos se volvieron cascadas muy brillantes combinando así con la belleza de tu hechura perfectamente moldeada en el horizonte.

El planeta al cual había llegado tres años atrás por fin se despojaba de sus ataduras quedando atrás el tortuoso camino hasta ese paraíso. Pensé entonces que valió la pena la perseverancia, las caídas, el dolor de mis manos y mis pies, el frío cuando aun no me abrazabas, la soledad cuando aun me ignorabas, el desarropo cuando tu piel acanelada se negaba a mis brazos, el destierro cuando tus labios mandaron a los míos al exilio. Todo eso valió la pena pues ahora ya gozaba, por fin, de tu gloriosa divinidad. Mis ojos se limpiaron con tus caricias, con tu mirada. Mis manos entraron en reposo gracias a la sutileza de tu cintura, tus caderas, tu ser entero. Apoyé mis mejillas sobre el cálido cutis de tu hermoso rostro y te llamé por tu nombre, el nombre de tus tierras, de tu planeta, tu mundo. Sin embargo, tu mundo dejó de ser simplemente tuyo y se convirtió en tierra de dos, nuestro mundo, el espacio que aquella estrella disponía para que fuéramos felices, creciéramos, enterráramos nuestras raíces y diéramos fruto a una nueva generación de habitantes bajo cortinas de amor, paz y comprensión.

Desde que esta época comenzó, tus tierras, nuestras tierras, han producido y son más fértiles que antes, están llenas de vida, de fe y esperanza. Que decir de nuestras noches que se inundan de sueños y anhelos, a pesar que pareciera que lo tenemos todo. Gracias a ti he logrado nacer de nuevo, ser el que siempre quise y hacer lo que en mi realidad anterior no pensé ni tan siquiera intentarlo. Gracias a ti, mi princesa, fuente interminable de enamorados pensamientos, es que descubrí nuestro planeta y, aunque pase desapercibido para los que no ven más allá de su perspectiva, seguirá siendo nuestro, superando a la tosca realidad, a las mentiras, las ofensas, los obstáculos y las limitantes. Nuestro pequeño mundo, que en realidad es infinito y eterno, vivirá en nuestras mentes, se alojará en nuestros corazones hasta que la estrella que nos unió deje de regalarnos su majestuosa presencia pues, de lo contrario, solo será un enigma, el secreto más secreto de nuestro apasionado amor donde solo hay dos testigos: tú y yo.

Fecha de redacción: 13.07.12

jueves, 9 de agosto de 2012

Cuarenta días "9"


Todo empezó un jueves de la Semana Mayor. No pude elegir un día diferente pues, a pesar que era época de arrepentimiento y conversión, nada hubiese ocurrido si ese día no me hago acompañar de tu presencia en el rutinario recorrido de la procesión. Si de algo estoy seguro es que sabías que pasaría, talvez no en ese momento, no en esa noche de luna llena, en el cruce antes de acercarnos a la ceiba del redondel, no ese día, no, definitivamente que no.

No creo en las coincidencias aunque quizá sí en el destino, pero sobre todo en Dios. Y si ese día hubiera sido un error, lo más certero fuera que tampoco siguiéramos bajo el mismo techo celeste que hemos visto oscurecerse, caer sobre nuestras cabezas, disiparse, brillar y reflejar nuestros corazones cobijados por las nubes. Eso me hace pensar que nada ha sido en vano y que, conveniente o no, ese día nos tenía reservado un espacio para estampar nuestras firmas y dar inicio a nuestra historia.

Así fue el primero de los 39 siguientes que, irónicamente, la mayoría de ocasiones lo hemos pasado a distancia, deseando cambiar esa especie de tradición pecaminosa a la que yo nombré como un karma que aparece justamente en esa fecha. Aun no le encuentro explicación e insistiré en que las coincidencias no son un alegato válido. Lo cierto es que nos acostumbramos a que estas situaciones incomprensibles pasaran mes a mes, año con año; sin embargo, las anormalidades asociadas a nuestro día han quedado sin efecto.

Ahora, todo esto es parte de nuestra cronología de experiencias, eventos, celebraciones y conversaciones que, sinceramente, ya se me hace difícil recordar una por una; no obstante, tenemos nuestras fechas preferidas aparte de esta, por ejemplo: mi cumpleaños, el tuyo, las navidades, 14 de febrero, la mayoría de los sábados, unas cuantas salidas y, para equilibrar las cosas, cada quien guarda fechas poco gratas como los días en que rompimos lazos, bromas demasiado inoportunas, peleas sin sentido, locuras que por poco terminan con mi paciencia, promesas inconclusas y demás problemas que no logran ser mas importantes que los tiempos de bonanza.

De estas aventuras disparatadas y poco honradas nos divertimos en lugar de revivirlas con resentimientos rezagados. Eso no es parte de nuestra filosofía ni mucho menos de nuestras emociones. Hemos crecido, madurado en el mismo árbol fértil, al mismo tiempo que  nuestros frutos se transforman en confianza, libertad, perseverancia y el más importante: amor.

Nadie apostaría un segundo de su existencia a que nosotros, dos personas tan desiguales, terminaríamos por complementarnos como una pareja ideal, nunca perfecta mas, sin embargo, nuestros errores se notan muy poco. Y si me preguntas que si en algún momento pensé en llegar tan lejos, pues debería decirte que aún no hemos llegado, el camino que nos trazamos ese día sigue siendo el mismo, sin horizontes, sin límites, ya que no hay algo que pueda calcular con exactitud lo valiosa que eres, lo hermosa que luces a diario y lo orgulloso que me siento de saber que mis letras descansan en buenas manos.

El calendario que empezó ese día jueves seguirá extendiéndose a lo largo de nuestras vidas, continuará acumulando momentos inolvidables, ratos de incertidumbre, versos, poemas, largas conversaciones, besos y abrazos, caricias de las mas sutiles y en fin, un interminable ciclo donde la fecha que marca el día 9 no dejará de ser jamás nuestra acta de nacimiento. Es un hecho, vivimos para amarnos, nos amamos para sentirnos vivos y contra toda adversidad seguiremos haciendo historia, escribiendo anécdotas y construyendo el mundo que soñamos despiertos en los rincones más cálidos de nuestro planeta, ese que lleva tu nombre, ese donde eres mi única princesa.

En honor a todos esos días que se volvieron especiales desde que apareciste tú, mi  filosofía.
Fecha de redacción: 10.07.12

martes, 7 de agosto de 2012

El Salvador (la fiesta) del mundo - Tercera parte

Así lucia El Salvador del mundo antes del evento.

Es sábado por la tarde, apenas pasan de las 5:30 pm y el cielo amenaza con desplomarse sin piedad sobre el asfalto que comienza a enfriarse a medida el sol se esconde. A pesar del llamado de atención a llevar un paraguas, me decido por salir de casa sin nada en mis manos. Sin embargo, hay una diferencia en esta última misión ya que no me encaminaré solo sino con una colaboradora que, voluntariamente, se ofreció a fungir como mi fotoperiodista sin credencial ni experiencia. Eso no era problema ni representaba un obstáculo para poder realizar el trabajo que nos propusimos junto a ella desde el día miércoles, cuando le comenté acerca de mis planes periodísticos para el fin de semana.

Sin pensarlo demasiado le pusimos fecha y hora a la misión a la cual se sumaron más personas conocidas que nos acompañarían en calidad de espectadores. Hago esa clasificación pues, aunque mi compañera y yo parecíamos del mismo tipo, realmente nuestros sentidos no bajarían la guardia en ningún momento y entre más nos acomodábamos al ambiente más nos desenvolvíamos en el instinto cazador de un periodista astuto, observador e interprete de su alrededor.

Comenzamos la travesía hacia el Carnaval agostino con unos minutos de retraso. Caminamos hacía la parada de buses pues vimos muy probable que la lluvia nos sorprendería a medio camino. Al final no sirvió de mucho y demoramos más tratando de abordar algún autobús medio vacío el cual nunca pasó. Entonces nos dispusimos a caminar con las feroces nubes grisáceas en el horizonte. Para fortuna nuestra, lo que parecía una tormenta típica de todas las noches anteriores no pasó de unas cuantas gotas finas y aisladas. Quizá fue cuestión de suerte que no se nos viniera la tempestad encima para poder disfrutar el resto de la noche sin riesgo de quedar empapados.

El cielo se descobijó de la humedad ahuyentando los fantasmas que inquietaban a los presentes y más aun a nuestro alcalde que había dado órdenes de suspender el desfile en caso el clima no lo permitiera. Hasta entonces todo marchaba según lo proyectado. Aguardamos a un costado de la estatua del Divino salvador del mundo mientras el desfile no se acercaba. Frente al monumento ensayaban los músicos de la Orquesta de Kiko Arteaga quienes participarían más adelante.

Pero, mas que las notas cumbianberas del percusionista, lo que robó nuestra atención durante largo rato fue un juguete luminoso que varios comerciantes ofrecían al púbico a un dólar. - ¡Vaya el vuela vuela! A dólar a dólar el vuela vuela – Me fue difícil comprender el nombre de ese objeto volador a primera instancia, aunque para mi compañera se trataban de luciérnagas que eran arrojadas con una especie de ondilla elástica. Aquel juguetito salía disparado y luego caía suavemente con ayuda de unas pequeñas hélices en la parte superior. Ahí es donde está la similitud con las luciérnagas ya que su tamaño, el movimiento en espiral y la luz creaban esa semejanza. Y no solo eso pues, luciérnagas, era un nombre más creativo que un simple vuela-vuela.

Muchos a nuestra alrededor lanzaban una y otra vez sus luciérnagas (un nombre más acorde a su forma) haciendo que el cielo azulado se pintara con chispas multicolores y llamativas. La competencia de este llamativo objeto eran unas varitas coloridas, parpadeantes y con mechones que se agitaban fácilmente. La mayoría de ventas que pudimos observar en ese rato de espera combinaban de acuerdo con la oscuridad de la noche y la luminosidad que engalanaba toda el área.

Frente al público la Orquesta de Kiko Arteaga.
Mi acompañante y fotoperiodista decidió movilizarse para comenzar su primeriza labor de fotógrafa empírica. Rodeamos el monumento a fin de sacar buenas tomas. Lo que nos llamó la atención era que aun había poca gente, quizá por la constante amenaza lluviosa. A lo lejos escuchamos los golpes del bombo indicándonos que el desfile había iniciado. Eso nos hizo caminar hacia la calle que conduce al Paseo General Escalón. Para esta ocasión, el desfile fue acompañado por una banda de paz, cinco carrosas y una batucada con sus respectivas bailarinas de zamba.

Algo curioso fue ver a los demás fotoperiodistas trepados en la maya de contención de la pasarela para obtener mejores ángulos. Claro, si ellos pueden por qué mi compañera no iba a intentarlo. Así que subió los escalones hasta alcanzar a los ingeniosos hombres en lo alto de la pasarela. Por su seguridad no quiso hacer lo mismo que ellos pero lo que cuenta es su audacia e instinto fotógrafo.

Cada una de las señoritas que se conducían en las carrosas bien iluminadas vestían atuendos alusivos a los cinco continentes. El diseñador, que por cierto es de nuestro país, explicó sobre sus vestidos al término del recorrido. Aunque, para gustos propios, la que no decepcionó en ninguno de los trajes que vistió durante cada evento fue la reina de los festejos patronales Magaly Cea. Su belleza me dejó pasmado desde que su imagen se postró en mis ojos a su paso por el desfile. Traté de disimular pero parecía imposible no sonreír con ella cuando volteaba a la cámara y mostraba su lindo rostro despampanante y risueño.
Imágenes del desfile - Nancy Gomez
El desfile recorrió unos trecientos metros desde su partida hasta darle media vuelta al redondel del monumento a nuestro patrono. Cuando se acercaba al final, don Norman, nuestro celebre alcalde, detuvo en varias ocasiones su auto clásico en el que se conducía para dejarse fotografiar por su fanaticada. No quitaba esa sonrisa de patriota aclamado y devoto a su cargo. Casi que me convence de pedirle una foto pero luego recordé que no era necesario si de todos modos su rostro aparece en anuncios publicitarios referentes a su “majestuosa labor” de alcalde, en las encuestas de preferencias para candidaturas presidenciales, en banners, en calendarios, en delantales y no me extrañaría que próximamente lo porten los pertenecientes al tricolor en sus camisas de campaña, al lado de su escudo y sobre su lema tan conocido y cantado una y otra vez.

El auto del alcalde Norman Quijano- Nancy Gomez.
Para ese entonces mi reloj marcaba las 7:20 pm. La afluencia de personas había incrementado pues, frente al escenario improvisado donde se presentarían varios grupos musicales y artísticos, ya no quedaban asientos desocupados. El animador del evento alzó la voz para indicar que el alcalde daría sus palabras antes del inicio del último de los festejos al que, más adelante, él mismo llamó “el festejo popular” y ya verán por qué. En no más de 10 minutos nuestro edil pronunció su discurso a secas, sin guion ni titubeos. Entre su fervor y heroísmo invitaba a que todos disfrutaran de esa fiesta aunque lo que trataba de decir era que no pensaran en la cuenta, en los impuestos saldaría las deudas.

Carrosa participante - Nancy Gomez.
Inmediatamente, un grupo de hombres mayores entonó canciones como emulando al Trio Los Panchos. Su sutileza y dulces notas relajaban el ambiente nocturno; sin embargo, no todo era calmo, sobre todo para los “siempre listos” agentes del CAM quienes por varias horas jugaron al gato y al ratón con los pobres vendedores informales. Mi atención se centro en sus movimientos ya que hubo una vendedora de papas fritas a la que sacaron alrededor de tres veces por su insistencia o más bien, su necesidad de obtener ganancias esa noche. Algunos intrépidos burlaban a los del CAM escondiendo sus productos o pasando desapercibidos frente a la gente. Al que nunca detectaron los ojos de águila tuerta fue a uno que vendía maní a veinticinco centavos pues escondía sus pequeñas porciones de la vista de los agentes y, cada vez que lo solicitaban, se agachaba para ocultarse entre las sillas y las espaldas de los espectadores. Todo un genio y artista del camuflaje.

Pero, después de todo, la persecución de los agentes no duraría mucho ya que una hora y media pasaron para que no se volvieran a aparecer y así hasta los vendedores de cerveza se animaron a entrar por entre las sillas y el público. La gente de seguro no se percató de esta competencia brutal y represiva pues estaban más atentos a la voz de los intérpretes quienes, al finalizar su participación, con toda su experiencia de ingenieros, licenciados y arquitectos pronunciaron una sabia frase: “Nosotros somos profesionales que hacemos música y no músicos profesionales”.

Luego, se vino la participación de Henry Mejía, un artista salvadoreño, en compañía de los músicos de la Orquesta de Kiko Arteaga. Las canciones que interpretó provocaron gritos de los asistentes y, sobre todo, de unos jóvenes que cantaban a todo sentimiento las melodías de despecho y desolación, clásicas para escuchar con unos cuantos litros de cerveza en el organismo. No obstante, esos dos sujetos ya se habían adelantado con el festejo y se balanceaban de manera errática portando en sus manos las latas de una de las cerveceras orgullosamente salvadoreñas… el cáliz de fuego para los que les gusta perderse en su narcótico tinte dorado, espumoso y embriagante.

A continuación, un grupo de niños realizaron un acto artístico que pocos entendían, me incluyo yo y mi compañera. Eso es lo que nos pasa a todos cuando nos alejamos de las artes, incluyendo la literatura, las artes plásticas, el teatro, la danza folklórica, la opera, la música docta y todo eso que para nosotros parece astral y aburrido. Por eso no me extrañó que las personas comenzaran a levantarse de sus asientos y dirigirse a lo que ellos consideraban el verdadero objetivo de estar ahí, me refiero a la zona donde tocarían varías orquestas y grupos nacionales, la verdadera pachanga.

Y para que hubiese una excusa más justificable, se empieza a sentir una leve brisa y gotas gruesas que caen desde arriba. Entonces sí, todos a correr para hacer la fila y entrar a la zona popular que el alcalde tanto resaltó en su presentación a la fanaticada. No negaré que también nos movilizamos rápidamente para ingresar a esa zona la cual se veía con bastante afluencia. Sin embargo, ocurría algo pocas veces visto.

Si en nuestro país hay más mujeres que hombres, dónde estaban las demás. Si digo esto es porque los agentes de seguridad formaron dos filas y la que resultó ser más concurrida fue la de los hombres. Entonces me pregunté en dónde habían dejado a sus novias, esposas, amigas, suegras, hermanas, primas y por qué no, hasta las amantes. De seguro las encajonaron en casa, les dejaron el encargo de cuidar a los hijos y salieron sin el anillo comprometedor. Y para los que no están casados como yo, simplemente tomaron camino sin avisar pues un oasis de alcohol les esperaba en la entrada, que más pedir para pasarla bien.

Al entrar el aire pesado de nicotina y aliento a fermentado invadía el paso entre la gente. Era surrealista ver como la Alameda Roosevelt, que en días normales luce cargada de buses y autos, ahora se encontraba rebalsando de visitantes deseosos de encontrar el mejor ambiente en un fin de semana sin aguaceros. Sin duda había que aprovechar y muchos ya bailaban al compás de la cumbia de La Fuerza Band, Orquesta La Casino, La sonora dinamita, Grupo Tentación, La Platinum y entre otros géneros también estaba Amaretto y Eskina Opuesta.
Batucada participante del desfile - Nancy Gomez.

La algarabía resonaba en los parlantes de cada tarima, de cada grupo y orquesta, al mismo tiempo que se reflejaba en los rostros de la gente, pero sobre todo en sus movimientos corporales los cuales invitaban a dejarse llevar por el frenesí que nos envolvía. Todo era fiesta, vicio, baile y diversión. Ahora ya quedó claro el concepto bien otorgado por don Norman de La fiesta popular.

Y ya que lo volvemos a mencionar, él y su comitiva junto a la hermosa reina de las fiestas se acercaron a presenciar la actuación de La Orquesta Platinum. Como es obvio en tremendas personalidades, no podían faltar los agentes de seguridad del tipo PPI, por si algún ebrio se acercaba demasiado o por si alguna mujer afanada se le colgaba del cuello para sentirse afortunada de abrazar al honorable alcalde. Poco después se retiro rodeado de sus guaruras y tras él, un gentío queriéndolo saludar o tan solo estrecharle la mano y sacarle una foto. Saben que él no se niega a saludar pues juega muy bien con el precio de la fama y la popularidad. Hay que aprender mucho de nuestro alcalde para ver si algún día nos hereda el puesto, las deudas, las demandas y a toda esa fanaticada que lo adora.

La noche avanzaba y la alameda estaba a estallar de tantos que ingresaban. En una de esas nos detuvimos a ver a los de Eskina Opuesta que, a pesar que ya no son los mismos de antes, siempre he seguido su música ska que invita al desorden, las tiraderas y los corridos al estilo mendigo aventurero. Luego de un par de canciones comenzó el desenfreno de los jóvenes que bailaban, se golpeaban tirando puntapiés, puñetazos y empujones a los que se introducían al círculo de la locura. Desde la tarima, uno de los cantantes pedía moderación pero nadie quería escuchar de prohibiciones sino solo más ska revoltoso y pegajoso. Claro que dentro del desorden no faltó quien se pasara de golpetazos y fuera sacado por la policía que se mantuvo cerca de los envilecidos jóvenes.

Las orquestas en toda la alameda Roosevelt seguirían tocando para los asistentes hasta muy tarde en la madrugada. Nosotros nos retiramos pues, en cinco horas de expedición, habíamos visto suficiente para cautivarnos. Al día siguiente el cansancio me ató a las sabanas de mi cama lo que me valió perderme la misa oficiada todos los domingos en mi parroquia. No obstante, el evento religioso más significativo se realizaría en la Catedral metropolitana que para este año luciría sin sus coloridos azulejos en la parte frontal. Esta vez serían sustituidos por un video mapping que don Norman prometió exhibir en la tradicional Bajada del Divino Salvador del mundo y también en el monumento que lleva el mismo nombre.

Cuando el alcalde pronunció sus palabras en el carnaval, reconoció que la esencia de estas fiestas se centraba en el acto religioso del día domingo, aunque por dentro sentía que sus eventos estaban muy por encima pues así lo manifiesta la gente. Sea como sea dijo la verdad, a pesar que no muchos se den cuenta de que la vacación es conmemorativa a este hecho relatado en el nuevo testamento de la biblia.

La tradicional bajada del Salvador del mundo - Fuente Diario la página.
Dicha celebración no varía mucho con el paso de los años. Se celebra una misa en vísperas de la bajada, se realiza una procesión que es acompañada por todos los obispos de las diócesis y arquidiócesis del país para culminar con la representación de la transfiguración de nuestro Señor Jesucristo frente a la Catedral. Todo esto jamás lo he presenciado en directo frente a mis ojos, pues en mi familia no existe ese hábito de asistir. Por tal razón no quiero entrar en detalles respecto a lo que sucedió ahí y tampoco al movimiento de masas en los campos de Don Rúa (para los de menos recursos) y en la Feria CONSUMA (para los que saben que no tiene y aun así pagan a precio de feria).

El Salvador del Mundo - Nancy Gomez.
Estos lugares son una tradición impregnada en tiempos de festejos patronales, por lo tanto, no encontré la necesidad de caer en la tentación de consumir y luego solo sacar polvo de mis bolsillos. Además, para nadie es desconocido las multitudes que asisten a estos campos de juegos mecánicos (en su mayoría adolescentes y jóvenes) pero que al final se vuelven los focos del comercio, oportunidades de trabajo y de diversión para los que no tienen más que hacer.

Así son nuestras fiestas. Las ruedas, los elotes locos, las papas fritas, churros españoles, yuca frita, tostadas y una infinidad de comida que nos espera a las afueras de estos lugares de ocio. Los desfiles, los carnavales (y junto a ellos el negocio cervecero), las cofradías y los actos religiosos reúnen a nuestro pueblo que deja las divisiones, los malestares y el estrés para vivir una semana fuera de la realidad y de todo mal mundano de nuestro Pulgarcito. Como dije antes, solo por estos días todos nos pintamos un rostro diferente, guardamos la incertidumbre del fastidioso futuro y nos dedicamos a seguir la costumbre agostina que dura más de una semana, una corta semana para los comerciantes y una larga para los que no descansan lo suficiente. Hoy, entramos a la última etapa del año cuscatleco hasta la llegada del adviento, la navidad y el año nuevo. Por ahora, la amnesia temporal dará fuerzas para soportar los meses restantes y alentará a los que creen en la verdadera razón de cada celebración de nuestra tierra maltrecha y agusanada. Nos vemos en el otro desfile.