Este fin de semana pasado, la revista Séptimo Sentido nos presentó un reportaje realizado por Ronald Portillo en el que se muestra una verdadera joya ecológica: el parque Montecristo, una reserva de biosfera compartida con los países vecinos de Guatemala y Honduras. El eje central de este trabajo gira entorno a la vida de los habitantes dentro del parque a los que el periodista denomina colonos y su relación con el ambiente resguardado fielmente por autoridades del Ministerio del Medio Ambiente por mandato de la UNESCO. Sin embargo, la poca consciencia sobre la importancia de estos focos de vida hace difícil el trabajo de organizaciones en pro del medio ambiente y al mismo tiempo, debido a los malos hábitos de los que ahí residen, el lugar corre riesgo de perder su calidad de patrimonio ecológico ya que en nuestro país cada vez son menos los sitios protegidos contra la depredación, explotación y contaminación.
Link de acceso al reportaje - Séptimo Sentido - La Prensa Grafica
_________________________________________________________________________________
Hemos cerrado las
puertas a las multinacionales mineras y sus proyectos
de muerte, no tenemos reservas de petróleo de donde extraer ni una gota de
ese líquido pastoso, no contamos con una sobrepoblación de fábricas e
industrias que desparramen una cantidad exorbitante de residuos químicos, no
somos el país que emite más emisiones de gases de efecto invernadero y tampoco somos los responsables de que la
materia prima se esté agotando. Entonces, ¿dónde está el problema?
El problema medioambiental
de nuestro país no solo recae en las transnacionales que invaden nuestro
territorio, tampoco es asunto únicamente del MARN (Ministerio del Medio
Ambiente y Recursos Naturales) o de entidades no gubernamentales. El problema
es tan nuestro como el nombre que llevamos puesto. El enemigo no está solamente
afuera sino también entre nosotros, o por que no decir nosotros mismos. La
sobrepoblación, el consumismo, la poca cultura en pro del respeto de la
naturaleza, la caza voraz de especies casi extintas, el poco espacio para asentarse
y muchos factores más nos vuelven culpables y responsables de la situación
actual.
Las consecuencias de
nuestra falta de hábitos ecológicos las vivimos a diario: la calidad del agua
cada vez es peor y escasea, la temperatura se vuelve intolerable, las lluvias
son copiosas en épocas invernales, las cosechas se pierden, las tierras son
menos fértiles que antes, las toneladas de basura ya no caben en los botaderos,
las quebradas no dan abasto por la insalubridad que corre entre sus venas… en
fin, son muchos los males que nos hemos infringido y todo porque creemos que el
agua, el aire, la energía y las recursos vitales que mueven al mundo no
acabarán jamás… grave error.
Nuestro planeta lucha
cada segundo por producir lo que el hombre le exige, a pesar que la capacidad
de producción comienza a flaquear debido al número de habitantes y el
acaparamiento de los países de primer
mundo. No se necesita ser un meteorólogo, biólogo, geólogo o cualquier
erudito de las ciencias para vaticinar sobre nuestro futuro. Y lo que más
lamentaremos nosotros, los del undécimo mundo, es que si hoy somos los últimos
lo seguiremos siendo después, cuando la tierra llegue a su límite y las guerras
cambien de lo político a una disputa por los recursos naturales. A lo mejor ni
los últimos de ahora serán contados en la lista pues por el rumbo que vamos desapareceremos,
nos matarán de hambre más rápido de lo que nos imaginamos.
Es por eso que,
mientras ese día apocalíptico no llega, deberíamos trabajar con lo poco que nos
queda tal como lo hacen los pobladores de las
Majaditas, una comunidad que habita la zona
núcleo del parque Montecristo en
Metapan. Como lo relata el reportaje de la revista, para los pobladores es difícil
comprender el equilibrio en el que
tratan de vivir pues no es parte de nuestra cultura velar tanto por nuestra madre tierra. Lo de los salvachucos es apedrear pájaros, matar
cusucos, garrobos, comer huevos de tortuga y hasta nuestra propia flor
nacional: el izote.
A todo esto los que deberían
poner un alto al holocausto de la flora y fauna simplemente no se dan cuanta o
no lo quieren ver. Bueno, sería mucho pedirles si ellos, el Politburó, desayunan hot
cakes, waffles y para el almuerzo
y la cena caviar, sushi, pastas, pero lo que no debe faltar es el vino, el coñac, el ron, tequila o wiski como el digestivo
perfecto. Para los días del infierno veraniego prefieren la cerveza, boquitas y más cerveza. Ellos no saben nada de la caza
de los animales silvestres, ni de la deforestación que provocan cuando
ratifican la construcción de nuevas carreteras, presas hidroeléctricas, centros
comerciales, hoteles y lugares turísticos. Y si no pregúntenle a don Norman,
nuestro famoso alcalde, quien se receto la idea de construir un parque en medio
de un cafetal en honor al Bicentenario o mejor dicho, en honor a los Próceres (oligarcas) de la patria, a los
que él quiere imitar.
Sin caer de nuevo en
culpas y señalamientos, cito este ejemplo de tantos que se pueden nombrar en
nuestro trozo de país. Pero, volviendo a la
reserva de biosfera compartida de Montecristo, es de apreciar ese pequeño
espacio de vida que aun trata de sobrevivir a los depredadores humanos. No
obstante, hay mucho por hacer en el contexto de concientizar a los habitantes,
tanto los que lo habitan y los demás incivilizados de fuera para que luchen por
preservar los pocos metros cuadrados de arriates de las calles, los árboles de
los manglares, bosques, parques, montañas y cordilleras de nuestro país.
Al menos con eso
colaboramos a que no muera un pulmón más dentro de la capsula toxica en la que
vivimos los capitalinos y los que residen en ciudades populosas. Hasta nuestros
jardines contribuyen a la sobrevivencia de nuestro planeta mundano y, entre más
sean los instruidos en el dogma de “no contaminación, sí al reciclaje, sí a la
reutilización y a la conservación de la flora y fauna”, los efectos nocivos y autodestructivos
pueden ser menos tormentosos.
Como vemos, nuestro papel en el planeta es indispensable pues, así como hoy lo exprimimos gracias al todopoderoso capital, también así lo podemos salvar y salvarnos a nosotros, a nuestros hijos y los próximos en venir a esta tierra. Debemos heredar una casa más limpia, segura y con conciencia ecológica, con respeto a la naturaleza y los seres vivos que mantiene ese equilibrio que nuestras acciones han roto por décadas y que están dejando una huella que no parece cicatrizar, no por ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario