Todo empezó un jueves
de la Semana Mayor. No pude elegir un día diferente pues, a pesar que era época
de arrepentimiento y conversión, nada hubiese ocurrido si ese día no me hago
acompañar de tu presencia en el rutinario recorrido de la procesión. Si de algo
estoy seguro es que sabías que pasaría, talvez no en ese momento, no en esa noche
de luna llena, en el cruce antes de acercarnos a la ceiba del redondel, no ese
día, no, definitivamente que no.
No creo en las
coincidencias aunque quizá sí en el destino, pero sobre todo en Dios. Y si ese
día hubiera sido un error, lo más certero fuera que tampoco siguiéramos bajo el
mismo techo celeste que hemos visto oscurecerse, caer sobre nuestras cabezas,
disiparse, brillar y reflejar nuestros corazones cobijados por las nubes. Eso
me hace pensar que nada ha sido en vano y que, conveniente o no, ese día nos
tenía reservado un espacio para estampar nuestras firmas y dar inicio a nuestra
historia.
Así fue el primero de
los 39 siguientes que, irónicamente, la mayoría de ocasiones lo hemos pasado a
distancia, deseando cambiar esa especie de tradición pecaminosa a la que yo
nombré como un karma que aparece justamente
en esa fecha. Aun no le encuentro explicación e insistiré en que las coincidencias
no son un alegato válido. Lo cierto es que nos acostumbramos a que estas
situaciones incomprensibles pasaran mes a mes, año con año; sin embargo, las
anormalidades asociadas a nuestro día han quedado sin efecto.
Ahora, todo esto es
parte de nuestra cronología de experiencias, eventos, celebraciones y
conversaciones que, sinceramente, ya se me hace difícil recordar una por una;
no obstante, tenemos nuestras fechas preferidas aparte de esta, por ejemplo: mi
cumpleaños, el tuyo, las navidades, 14 de febrero, la mayoría de los sábados,
unas cuantas salidas y, para equilibrar las cosas, cada quien guarda fechas
poco gratas como los días en que rompimos lazos, bromas demasiado inoportunas,
peleas sin sentido, locuras que por poco terminan con mi paciencia, promesas
inconclusas y demás problemas que no logran ser mas importantes que los tiempos
de bonanza.
De estas aventuras
disparatadas y poco honradas nos divertimos en lugar de revivirlas con
resentimientos rezagados. Eso no es parte de nuestra filosofía ni mucho menos de
nuestras emociones. Hemos crecido, madurado en el mismo árbol fértil, al mismo
tiempo que nuestros frutos se
transforman en confianza, libertad, perseverancia y el más importante: amor.
Nadie apostaría un
segundo de su existencia a que nosotros, dos personas tan desiguales,
terminaríamos por complementarnos como una pareja ideal, nunca perfecta mas,
sin embargo, nuestros errores se notan muy poco. Y si me preguntas que si en
algún momento pensé en llegar tan lejos, pues debería decirte que aún no hemos
llegado, el camino que nos trazamos ese día sigue siendo el mismo, sin
horizontes, sin límites, ya que no hay algo que pueda calcular con exactitud lo
valiosa que eres, lo hermosa que luces a diario y lo orgulloso que me siento de
saber que mis letras descansan en buenas manos.
El calendario que
empezó ese día jueves seguirá extendiéndose a lo largo de nuestras vidas,
continuará acumulando momentos inolvidables, ratos de incertidumbre, versos,
poemas, largas conversaciones, besos y abrazos, caricias de las mas sutiles y
en fin, un interminable ciclo donde la fecha que marca el día 9 no dejará de
ser jamás nuestra acta de nacimiento. Es un hecho, vivimos para amarnos, nos
amamos para sentirnos vivos y contra toda adversidad seguiremos haciendo historia,
escribiendo anécdotas y construyendo el mundo que soñamos despiertos en los
rincones más cálidos de nuestro planeta, ese que lleva tu nombre, ese donde
eres mi única princesa.
En honor a todos esos días que se volvieron especiales desde que apareciste tú, mi filosofía.
Fecha de redacción: 10.07.12
bonita historia
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