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jueves, 9 de agosto de 2012

Cuarenta días "9"


Todo empezó un jueves de la Semana Mayor. No pude elegir un día diferente pues, a pesar que era época de arrepentimiento y conversión, nada hubiese ocurrido si ese día no me hago acompañar de tu presencia en el rutinario recorrido de la procesión. Si de algo estoy seguro es que sabías que pasaría, talvez no en ese momento, no en esa noche de luna llena, en el cruce antes de acercarnos a la ceiba del redondel, no ese día, no, definitivamente que no.

No creo en las coincidencias aunque quizá sí en el destino, pero sobre todo en Dios. Y si ese día hubiera sido un error, lo más certero fuera que tampoco siguiéramos bajo el mismo techo celeste que hemos visto oscurecerse, caer sobre nuestras cabezas, disiparse, brillar y reflejar nuestros corazones cobijados por las nubes. Eso me hace pensar que nada ha sido en vano y que, conveniente o no, ese día nos tenía reservado un espacio para estampar nuestras firmas y dar inicio a nuestra historia.

Así fue el primero de los 39 siguientes que, irónicamente, la mayoría de ocasiones lo hemos pasado a distancia, deseando cambiar esa especie de tradición pecaminosa a la que yo nombré como un karma que aparece justamente en esa fecha. Aun no le encuentro explicación e insistiré en que las coincidencias no son un alegato válido. Lo cierto es que nos acostumbramos a que estas situaciones incomprensibles pasaran mes a mes, año con año; sin embargo, las anormalidades asociadas a nuestro día han quedado sin efecto.

Ahora, todo esto es parte de nuestra cronología de experiencias, eventos, celebraciones y conversaciones que, sinceramente, ya se me hace difícil recordar una por una; no obstante, tenemos nuestras fechas preferidas aparte de esta, por ejemplo: mi cumpleaños, el tuyo, las navidades, 14 de febrero, la mayoría de los sábados, unas cuantas salidas y, para equilibrar las cosas, cada quien guarda fechas poco gratas como los días en que rompimos lazos, bromas demasiado inoportunas, peleas sin sentido, locuras que por poco terminan con mi paciencia, promesas inconclusas y demás problemas que no logran ser mas importantes que los tiempos de bonanza.

De estas aventuras disparatadas y poco honradas nos divertimos en lugar de revivirlas con resentimientos rezagados. Eso no es parte de nuestra filosofía ni mucho menos de nuestras emociones. Hemos crecido, madurado en el mismo árbol fértil, al mismo tiempo que  nuestros frutos se transforman en confianza, libertad, perseverancia y el más importante: amor.

Nadie apostaría un segundo de su existencia a que nosotros, dos personas tan desiguales, terminaríamos por complementarnos como una pareja ideal, nunca perfecta mas, sin embargo, nuestros errores se notan muy poco. Y si me preguntas que si en algún momento pensé en llegar tan lejos, pues debería decirte que aún no hemos llegado, el camino que nos trazamos ese día sigue siendo el mismo, sin horizontes, sin límites, ya que no hay algo que pueda calcular con exactitud lo valiosa que eres, lo hermosa que luces a diario y lo orgulloso que me siento de saber que mis letras descansan en buenas manos.

El calendario que empezó ese día jueves seguirá extendiéndose a lo largo de nuestras vidas, continuará acumulando momentos inolvidables, ratos de incertidumbre, versos, poemas, largas conversaciones, besos y abrazos, caricias de las mas sutiles y en fin, un interminable ciclo donde la fecha que marca el día 9 no dejará de ser jamás nuestra acta de nacimiento. Es un hecho, vivimos para amarnos, nos amamos para sentirnos vivos y contra toda adversidad seguiremos haciendo historia, escribiendo anécdotas y construyendo el mundo que soñamos despiertos en los rincones más cálidos de nuestro planeta, ese que lleva tu nombre, ese donde eres mi única princesa.

En honor a todos esos días que se volvieron especiales desde que apareciste tú, mi  filosofía.
Fecha de redacción: 10.07.12

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